viernes, 13 de junio de 2014

AL TREN DE MIS ABUELOS




Yo apenas levantaba un par de palmos del suelo y siempre recordare la novedad de salir con mis abuelos, era muy chiquita, tanto que ni hablar sabia, pero si recuerdo las imágenes, los nervios, el miedo de ese algo nuevo a mi vida.

Los niños temen a lo que no conocen, en aquel entonces algo iba a cambiar de temor a diversión, pues vería una nueva película a un lugar distinto de mi casa, el tren, al que subíamos para salir de visita, en aquel entonces eran muy diferentes a los de ahora. Si así es, era la  nueva novedad para una niña como yo, un lugar donde se subía la gente, donde muchos fumaban, otros gritaban los niños grandes se peleaban por el asiento de la ventana, si lo pienso eso no ha cambiado.

Recuerdo que era domingo ya que mi abuelo tenía fiesta, mi madre no vivía con nosotros, en mi casa éramos mi abuela y abuelo, mi hermana pequeña y yo. Teníamos muchos tíos a los que veíamos de cuando en cuando,  también muchísimos  primos que cuando nos juntábamos, nos volvíamos una jauría insoportable. Pero así son las reuniones familiares a fin de cuentas. Ese día íbamos de viaje para todo el día, mi abuelo cargaba un bolso lleno de cosas y sobre su cabeza protegiéndose del sol su boina, si así es, era un abuelo de los de antes con su boina oscura y ese cabo central tan ridículo.

No se a donde fuimos, tampoco tenia edad para entender, pero lo primero que recuerdo es caminar cargados y mi abuela gritando que nos riéramos prisa, ella cargaba a mi hermana pequeña, yo iba de su mano y el abuelo delante bien cargado protestando que teníamos tiempo, cosas de matrimonio, uno que si el otro que no.

Nos apeamos al lado de una morera, allí descargo mi abuelo su carga y saco el monedero siguiendo las instrucciones de mi abuela, ¿ella siempre mandaba sabéis?,
El hombre con su boina se marcho y entro a un edificio viejo y destartalado, con algunos cristales rotos y algunas maderas cubriendo un par de ventanas, mi abuela que para mi era muy grande e inmensa, si así es, no era la típica abuela algo redondeada, tampoco aquella abuela casi esquelética, si digo inmensa es por que la pobre mujer tenia un cuerpo tan grande que para andar tenia que tambalearse ligeramente y prácticamente arrastraba sus pies, pero lo mas fascinante era su mirada, siempre mostraba ese amor incondicional y risueño, aun cuando el cansancio era superior a ella y necesitaba sentarse, nunca le faltaba esa mirada para que todos los niños nos acercáramos con ilusión a besarla. Ella era así, siempre entregada a su corazón.

Al cabo de un rato reaparece mi abuelo con sus botas antiguas de militar negras, muy deformadas pero que jamás se quitaba, le daba a mi abuela el dinero le daba sus explicaciones y después los billetes, siempre era así, después se apartaba a un lado y a fumar su puro, eso si lo odiaba pues me daba mucha tos y tan pequeña para mi era como que me moría ahogada, pero el hombre que no entendía ni sabia, todo achacado a los constipados y ahí seguía el puro apestoso que no me dejaba respirar. Era temprano, no estaba oscuro pero tampoco hacia sol, mi abuela no me soltaba ya que yo ya corría y por allí pasaban coches, apenas una línea de carretera hasta el parque de la plaza, con lo cerca que estaba y no podía jugar, teníamos que esperar y no ensuciarnos, así decía mi abuela grande.

Al cabo de un rato unas campanadas me asustaron, sonaban muy fuerte y algo a rayas rojas y blancas bajaba, llevaban algo colgando que se movía, los coches paraban delante de esos palos largos, pues eran palos rojos y blancos como pirulís de caramelo, mi abuelo tira el puro, mi abuela nos mete prisa y se pone nerviosa, me coge la mano mas fuerte siéndome daño y subimos una escalinata, ahora es mi abuelo quien tiene a mi hermanita, mientras mi abuela sube los escalones, al llegar arriba le da a la pequeña y corre a por la bolsa que pesa.
Algo de un color verde oscuro aparece por un camino que ha quedado entre los coches y las casas, al fondo los árboles y unos hijos por el cielo sujetos a unas torres de hierro, hace muchísimo ruido tanto o mas que las campanas que no se callan, cada vez mas gente se arrima cerca nuestro, todos preparan el billete, para lo que llaman el tren, unas casas de hierro  y madera, aparece con mucho estruendo, aquello se mueve como un gusano de cajas grandísimas, todas juntas llevando mucha gente dentro, eso me gusta, gente toda junta a la que mirar, se abre la puerta e intento entrar, no se porque, no me deja mi abuela, yo no entiendo, si estamos ahí para subirnos, mientras la gente baja y yo espero bien cogida con su mano, un hombre con gorra y cigarro, una bolsa al costado y chaqueta verde se pone en medio, gritando pide billetes y mi abuelo le da los billetes, le pregunto a mi abuela quien es ese hombre, ella lo llama el revisor, este señor  revisor deja pasar a mi abuela con nosotras, luego a mi abuelo y se planta en medio otra vez, yo me vuelvo mirando al resto de gente, pensando si solo subimos nosotros, veo que mas gente le da el billete y suben después, entonces pienso que ese hombre de gorra es quien manda;(por entonces a todos les decíamos señor, he de admitir que el tiempo ha cambiado mucho las conductas e imagen, pero si, así era el revisor de entonces); me fijo que él se plantaba a la puerta y pedía billete, otro en las puertas traseras cerraba  y para mirar si todos tenían su billete con agujeros. Que mas que agujeros parecían mordiscos.
El tren pitaba avisando, la gente se metía prisa por entrar, los últimos entran corriendo sin apartarse del hombre que manda  esperan a que este pique sus billetes, alguno se esconde y se sienta disimulando, el hombre que manda termina a su alrededor ya no queda nadie y hace un gesto a un lado, el compañero va para allá y pide billetes cerca del chico que se sienta antes de dar billete, el que manda se queda a la puerta esperando siguiente turno de billetes, el compañero encuentra al chico y este no lleva billete, lo llaman poca vergüenza y apenas para y  suben dos mujeres, lo tiran de una patada fuera, miro a mi abuela y le pregunto por qué, ella me dice que no se sube sin pagar, el chico no ha pagado y lo echan fuera. Asiento y sigo mirando como la gente sujeta sus cosas, riñen a otros niños y niñas, un asiento muy largo de palos de madera que son mal grandes que yo de altos.

Me gusta la madera, a las paredes y los asientos y me gusta tocarla, apenas de puntillas asomo la nariz por la puerta, una rendija a la que casi no alcanzo, y huelo algo que es polvo y no me gusta, mi abuelo exclama que es la fabrica de cemento, me vuelvo al otro lado, campo, vuelvo a mi abuela y ahí sentada tiene a mi hermana que llora, ella cuida de ella y mi abuelo me vigila a mi, su mirada me da miedo, le pregunto a donde vamos, me dice que no pregunte y que ya lo veré. Vuelvo a mirar por la rendija y un hombre grande me aplasta contra la puerta, mi abuelo me saca y le grita al hombre que casi me aplasta y que mire ande se pone, el hombre le dice que las niñas no han de ir solas, pero yo no estoy sola, estoy con mi abuelo, mi abuelo pierde los papeles y se monta una pelea allí, mi abuela tira de mi que lloro asustada, los revisores se tiran a coger al hombre, huele muy mal y eso lo dicen los que mandan, piden explicaciones, las mujeres dicen que el hombre casi me aplasta cuando yo estaba con mi abuelo ahí, el hombre que yo iba sola, mi abuelo que yo estaba con el apoyada a la puerta mirando y el se echo sobre mi, las mujeres diciendo que el hombre no miro y no le importo, al final tiran al hombre del tren también, una cosa me quedo clara ese día, al tren no se pelea, o te tiran en cualquier sitio.

Era pequeña, no hablaba casi, pero me quedaba con las ideas así, ese mal fuera, ese malo le pegan, al que grita se le riñe, y así ese viaje tan extraño lleno de gente, de normal me reñían a mí siempre, esa mañana reñían a todos menos a mi. En cambio me preguntaban si quería algo, si me gustaba aquello o lo otro, que si era muy graciosa con mis rizos, si tenia sueño, mi abuelo se reía, todas las mujeres querían que me acercara, me pedían besos y yo no daba besos, no me gustaba darlos.

Era una salida emocionante, también muy larga, quería bajarme ya, pero no podía, al menos eso decía mi abuela con un biberón en mano; subía más gente y bajaban unos pocos, al cabo de unas horas mi abuelo le dice a mi abuela que ya queda poco. Hace mucho calor y me muero de sed, pido agua y mi abuelo se descuelga del hombro una bota para el vino, le digo que no quiero agua roja, que sabe mal, el me dice que no sea tonta que no es agua, que esta buena, el tren va brusco ya mucho rato y miro mal la bota de mi abuelo, mi abuela que ve mis dudas y desconfianza se ríe con mi abuelo, este para que le haga caso, tira un poco de liquido transparente y es cuando cojo el morro y bebo, esta fresquita el agua y sabe un poco dulce, la gente se ríe al verme beber del morro.

Es un viaje nuevo, con cosas nuevas para mi, se ven castillos en algunos momentos, grandes casas y bonitas, jardines llenos de árboles frutales, se ve algún carro tirado de mulas, al campo hombres doblados hacia abajo listo para saltar “al churro va”, un coche perseguido de perros en pandilla, muchas cosas nuevas para una niña pequeña como era.

Todo eso dentro del tren, en mi aburrimiento comienzo a correr de un lado a otro del tren, me voy de lado a lado, no me importa necesito moverme, corro hasta el final, el que manda me mira y me manda con mi abuelo, me asusto y pienso en quien a tirado del tren y corro con mi abuelo, llamándolo, me pregunta que pasa y le digo que el hombre que manda me va a tirar del tren, el hombre se ríe y mi abuelo me dice que sino me porto bien lo hará. Miro a mi abuela buscando su protección y ella coge con su mano enorme con anillos y me sienta al gran banco de madera a su lado.

El revisor pasea de caseta en caseta, unos ratos esta y en otros no, cuando entra por ultima vez le dice que en la siguiente nos toca bajar, mi abuelo le da las gracias y le dice a mi abuela que se prepare, yo le digo a mi abuela “iaia”, la abuela se levanta y le pasa a mi abuelo a la pequeña, se atusa y estira bien la falda, coge de nuevo a mi hermana, ella aun es un bebe que casi no anda, así que casi siempre la llevan cogida en brazos, yo soy mas libre, el abuelo arrima la bolsa a la salida, cuando al fin el tren pita avisando que va a parar me cogen bien para bajar y una vez abre el revisor la puerta nos bajamos todos,  allí casi no hay nada, nunca he estado allí,  miro a mi abuelo que no me dice nada, yo solo se que estamos lejos de casa, que no conozco aquello y me cojo fuerte de mi “iaia”, que camina mas despacio.

Seguimos a mi abuelo calladas, ahora el que manda es él, pasa a nuestro lado un hombre a un carro tirado por un caballo muy feo, huele fatal, le ofrece llevarnos un trecho si quiere, mi abuelo acepta, me sube a mi al carromato de atrás y me ordena sentarme entre la hierba  no moverme, el hombre coge a mi hermana mientras mi abuelo ayuda a mi abuela a subirse lo justo para sentarse al borde, yo quiero igual pero no me dejan, mi abuelo se sube delante al asiento del que lleva al caballo, coge a mi hermana y la lleva cogida en brazos el, la bolsa esta a mi lado semi tumbada, mi abuela se coge y el caballo tiara del carro por el camino de piedras, el polvo tapa todo  y no veo nada mas allá de mi abuela.
Al rato llegamos, nos hace bajar mi abuelo, que le ofrece al hombre algo de dinero por el favor, este lo rehúsa, nos volvemos a ver un edificio muy grande, con muchas ventanas, torres a las esquinas, la puerta es de hierro verde y muy grande también, ese sitio me da miedo, a las puertas hay dos hombres fuera de uniforme, nos dan el alto, le piden una identificación a mi abuelo, este sin perder la compostura y muy tranquilo se la da, también un papel que lleva, uno de los guardias se acerca al portón enorme y toca donde una ventana chiquitina y esta se abre, le da la carta y la identificación, al rato vuelve a abrirse y le devuelve ambas cosas dándonos paso, ese sitio no me gusta nada

Todos llevan gorros negros con puntas, y chaquetas verdes, huele muy raro y tenemos que dejar la bolsa a una habitación, mi abuelo dice para quien es y ahí esta mi sorpresa, vamos a ver mi mama, el tren nos ha llevado a ver mi mama y ella esta muy lejos, me pongo muy feliz y mi abuela me pide que me calme o no podré verla, la obedezco y esperamos hasta que la llaman y nos hacen entrar a otra habitación, allí un sofá con una mesa, una bandeja de galletas y refrescos “la casera”, mi madre asoma por una puerta y sonríe y yo me lanzo a sus brazos, hoy pasaremos el día con mama y luego volveremos otra vez en tren a nuestra casa, mucho mas felices. Sabiendo que no importa la distancia o el tiempo, ni tampoco las circunstancias, solo el como nosotros veamos y querremos a esa persona, que por distintas razones, no podemos conservar  a nuestro como nos gustaría.

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