viernes, 27 de julio de 2012

VELOS DE SEDA Y SUEÑOS DE FUEGO



DESNUDANDO EL LÁTIDO







PARTE I


A la corte se reúnen las doncellas valorando su futuro, ante las miradas de los vasallos se pasean ignorando miradas seductoras y lascivas, incluso damas de alta alcurnia se atreven a demostrar su apetito en compañía de la lascivia de su cónyuge, si una doncella ha de mostrar su valía como dama nunca ha de caer en los juegos ocultos que deshonren su virtud y a su vez demostrar la templanza ante la adversidad y la batalla es todo un don, que para muchos resulta ser un poder al que temer.

La vida de lujos, luz y música son el espectáculo de los grandes salones llenos de aristocracia, pero si uno viaja lejos de la vida a palacio, nunca imaginaria que otra vida podría disfrutar sin preocuparse de futuros ni decencias.

Se dice que a Arabia en la edad medieval eran unos animales, luego desleales y nunca pensaron si crearon un mundo distinto a la iglesia y el pecado de la misma, pues un cura con sotana nunca oculta su valía como hombre a la cama, y por sus votos no corren el obstáculo de ser repudiados pues la santa iglesia siempre perdona mientras que los cónyuges por el contrario vengan tal indecencia de falta al honor y la palabra dada.

Para no rebajarse al mundo de ser expuestos por bigamia, para no incumplir compromisos por desear a la belleza de dios, la cultura oriental concibió a la mujer como un bien múltiple a ala que satisfacer y agasajar, nunca la vieron como un igual sino como un tesoro que proteger, es cierto que muchos perdieron dicho valor de la moral y la cultura, la fuerza cumplió con el miedo de ser servidos…. Y misma sentencia se cumplió y cumple a distintas culturas, países y estatus.

Al Harén la supremacía de la favorita, de aquellas que bendicen con un varón al señor, el resto comparten placeres y atenciones sin que les falte belleza y suculencia, lejos de las normas y la crítica que cohíben a no buscar más allá de la línea moral común…

Mujeres hermosas que ocultan sus rostros, desvelan miradas en ojos curiosos, sonrisas cómplices que solo muestran tras las cortinas y con ellas besos que prohíben el ser juiciosos ante la lujuria y la química, tan placentera y excitante que nunca impuso una regla del por que o con quien si así despierta.

Un cabello rubio se deja desperdigar sobre los almohadones, mientras su dueña se deshace en temblores y es atrapada por los labios de una mujer esbelta de cabellos ensortijados y de tez morena, cuyos ojos almendrados calientan su alma y revela un fuego que la consume a su bajo vientre… así se despierta de la fiel palabra dada, así se descubre el sol y las estrellas, en una vida sumida de reglas y protocolos sin reconocer el deseo….

La indefensión deja a la conciencia sin palabras y se descubre que las mismas sobran pues los labios ansían rozar aquellos que asaltan su cuerpo como un juglar experimentado a las cuerdas tensas de su laúd, listas para vibrar a su roce… así respondía el cuerpo de Setar a los roces audaces y excitantes de esa preciosidad que la fascinaba con su mirada ardiente y silenciosa, le costó pensar en su nombre hasta que como un roce dulce paso por su mente, casi silenciándolo por un gemido gutural que la invadía por completo por dentro, igual que se abria por su garganta… Shamsir.

Shamsir, la rebelde, audaz y fiera, su mirada desafiaba incluso a las preferidas, las cuales temían su belleza, en especial ese fuego que era capaz de encender tanto las envidias como los deseos de las demás, se la temía y a la vez congraciaba por diversas razones, a ella nada le importaba, sólo verse bajo el poder de un califa a un harén para su goce, como una mas sin ser como el resto que se dejaban gobernar por el poder y el sexo opuesto, algo que ella misma aborrecía, solo admitía a su eunuco por que la servia sin imponer su autoridad y la única vez que lo hizo, reconoció que tuvo razón aunque le pesara.

Una mujer de belleza incomparable, de orígenes persas y de ahí que le pusieran su nuevo nombre, fiera y cortante como un sable, cada una debió dejar atrás su pasado, sus orígenes e ideales de futuro, encontraron un modo de vida tan distinto que fue difícil de comprender y una vez asimilaron, pocas deseaban volver a su vida anterior, se sentían al cuento de Serré zade.

El eunuco cuidaba de la intimidad al exterior, Shamsir deseaba a la rubia desde hacia semanas, la había vigilado durante semanas antes de decidirse y tomarla desprevenida, su acecho fue claro y constante, seria una mujer pero no pensaba ser una mas, ella seria la mujer dominante allí, y esa rubia de gestos altivos, mirada lacerante la volvía loca, deseaba ver esa altivez deshacerse bajo sus caricias, y estaba recibiendo su recompensa…

Setar intentaba sujetarse a los hombros de Shamsir, la desesperación de la rubia era tan arrebatadora que la morena atrapó de nuevo sus labios con los suyos y volvió a seducirla saboreando cada gemido a la vez que frotaba con el dedo corazón en la semilla del placer, la cual ya palpitaba y humedecía la piel sedosa de los muslos,  entre abiertos y amenazando cerrarse en cada espasmo que sufría la rubia, que la miraba con sus ojos entrecerrados dejándola alejarse de su boca y su cuerpo como un felino listo para cebarse con su presa, así lo hizo, rozó con su lengua el fruto palpitante y el gemido llenó las paredes desnudas como un canto de gozo y seducción eterno, no dejó de acariciar su vientre mientras tomaba con su boca la parte mas sensible de Setar, la rubia sujetaba con sus manos crispadas en un gesto desesperado los cocines que la rodeaban, sus piernas se agitaban en un intento por dominar todo lo que morena le provocaba y un gemido entrecortado se alzo hasta sucumbir en un grito ronco y ahogado de éxtasis completo, a la vez su rostro se llenaba de lagrimas que brotaban de unos ojos dulces de mirada llena de agradecimiento y ternura.

Setar era inglesa, recordaba mucho de sus origenes y los pasos inculcados o escuchados del ir  a la cama a cumplir, pues a mas de una comadrona escuchó versar a las jóvenes, ella fue una mas de las doncellas listas para ser casadas con un lord, el momento no llegó; tampoco la prepararon realmente para la verdad de su cuerpo o si misma; sin embargo una noche que viajaron a una casa solariega para disfrutar de un paseo a la orilla del mar, fue atrapada por un barco depiratas y contrabandistas de blancas, el mercado oculto de oriente, nunca más supo de sus tierras y al poco de llegar por sus cabellos y belleza fue enseguida comprada por un árabe rico, al que denominaban Califa y resultaba ser uno de los principales consejeros del Sultán, se decía que si el mismo Sultán se encaprichaba de una mujer y se le era arrebatada al mercado por un inferior, el mismo Califa debía entregar a la misma a su señor para no caer en desgracia a sus ojos y sus iguales…. Por el momento el señor de ésa casa había sido muy cauto, de saber que esa mujer de ojos almendrados existía al harén de su califa la multa a pagar por el mismo lo pondría en un aprieto financiero muy complicado para mantenerlas a todas, y reconocía que una mujer que ya no guardaba su virtud o había sido desposeída de ella antes de llegar a su nuevo señor rebajaba su valor.

Mil pensamientos pasaron por la mente de Setar, sobre lo ocurrido e incluso como experimentar mas, en si era algo por lo que pagaría castigo o puede que haya encontrado el cielo después de todo, se preguntó cuantas veces debería acudir ante el califa y otras tantas si algún día se olvidaría de ella, ese hombre nunca le causó placer y esa mujer… sospechaba que el califa intentaba tenerla mas controlada, incluso que era muy consciente de ciertas circunstancias al harén, sus mujeres no actuaban como sumisas devotas, al menos que rindieran cuentas a las esposas; ella misma con el tiempo descubrió que una mujer llenaba ciertos vacíos y necesidades que el cuerpo de un hombre no complacería, el tiempo le dio la razón y llego a formar algo con otra mujer, algo asi como llamaban a Francia "couplé", era curioso como dicha palabra daba ciertos significados que en un pasado no hubiera entendido.

Shamsir la observo con una mirada muy brillante, se recostó sobre ella desnuda, sus pechos bailaban sobre los suyos, no pudo mas que cerrar los ojos, no se atrevía a usar sus manos y tocarla, todavía no, el cuerpo de Shamsir comenzó a bailar sobre el suyo, rozando de nuevo en el mismo punto que antes pero esta vez con sus caderas, su carne ardía a tener contacto con la suya y de alguna manera ese contacto la volvía loca, deseaba rozar mas profundamente ese fuego que la rozaba e instintivamente alzó sus caderas, buscando más, y ese mas fue cada vez mayor cuando las dos se mecían y respiraban entrecortadamente  mirándose a los ojos embriagados de placer, hasta que una corriente revolvía a ambas en un grito desesperado y grave que empujó a ambas a abrazarse y sujetarse con fuerza.

Así quedaron las dos, entrelazadas de piernas y brazos, sin mirarse, despacio el cuerpo de Shamsir se desplazó a un lado sujetando para sí el cuerpo de Setar, hasta que la rubia quedó en paz sin temblores ni convulsiones y su respiración se apaciguó, luego se incorporó y la besó por ultima vez. En completo silencio bajo la mirada de Setar se vistió colocando a su lado sus prendas, una ultima mirada y se marchó sin un adiós o un te quiero.

Shamsir cumplió con su deseo y primera expectativa, volvería a verla más adelante y asegurarse que era suya, ahora debía preparar el próximo encuentro con su próxima victima, y justo en ese momento una muchacha que llegó antes que ella, dada a la lectura de mirada despistada pasó a su lado,  iba de camino a la entrada a la gran biblioteca, era un pasillo oculto por el que llegar a las horas en que la biblioteca no era accesible para el resto del palacete, puede que no tuviera que esperar tanto…

Era joven de cabellos oscuros y lisos con una melena preciosa, de caderas prominentes y que se movían como el pecado, sus senos no eran tan llenos como los de Setar pero si tenían más pezón y más redondez, eran tiernos a la vista y Shamsir ya se relamía de anticipación, sabia que desde que ella llegó no habían vuelto a llamar a azabache, recordar que su nombre viene de una piedra negra como la misma muerte, le provocó escalofríos, la siguió a ella y su eunuco, la joven dio señales a Mahir para que evitara seguirlas y así quedarse a solas con la muchacha…

Una vez ambos se quedaron al umbral al lado de un tapiz que representaba la Alambra,  un icono de conocimiento y belleza  a la península Hispana, un lugar digno de admirar y visitar. Tras su ultimo pensamiento se centró en la muchacha, a la cuál halló parada a mitad del pasillo en un punto ciego con la entrada, ya que era curvo, sonrió para sí pensando que más fácil no podía ser, la joven la encaró nada más tenerla a su altura, bien sabia que solo dos mujeres mas acudían a aquel lado del palacete y ella no era una de esas devotas lectoras. Se le arrimó sonriendo y acarició su rostro, la chica se sobresaltó tuvo la reacción de intentar gritar, no estaba acostumbrada a que la tocaran y sabia que le era difícil aguantar cuando el Califa la llamaba, suerte para ella que el hombre no tenia tanto interés, y más desde su indisposición eréctil, el iluso no sabia que su miembro se había dañado al forzarla impidiéndole terminar lo que empezó, muchas veces lo intento y su miedo a sufrir fue mayor, por supuesto, su belleza le impedía sacarla del harén…

Empujó su cuerpo contra la pared pintada de representaciones históricas de conquistas pasadas, como la construcción de Alejandría, presionó sus labios a los de la muchacha la cual ya pálida de miedo hacia sus esfuerzos por salir huyendo, acariciando sus brazos, sus caderas mientras acercaba las suyas con calma haciéndola girar sobre el pubis de la joven, se la percibía sofocada y asustada, sus besos inseguros provocaban risas a Shamsir, tras haber estado con el Califa seguía siendo tan inocente. Fue acariciando su espalda  mientras asaltaba su oreja derecha con sus labios e incluso le arranco un suspiro inconsciente cuando introdujo su lengua al oído, empezó a mecer con más ímpetu sus caderas contra las de ella, el ritmo se volvió mas cadencioso, y sus manos descendieron con suavidad a los glúteos tomándolos con ambas manos y presionando con ellas el trasero hacia si misma, muchas veces padeció el desconsuelo de no disfrutar de un pene como los varones, pero bien sabia que eso no le impediría disfrutar de una mujer dada al gozo en sus manos.

Siguió mimándola mientras la mantenía empalada con su cuerpo, en un momento en el que su cuerpo se tensó supo que estaba casi a punto de hacerla alcanzar el éxtasis, puede que disfrutara del sexo pero estaba claro que si lo sintió antes no le dio experiencia para resistirse, pero si era su contacto suave y tierno como pensaba, era mas que suya, esta muchacha nunca se sintió intima con nadie ni querida para ser tan sensible a sus caricias, pese a su reacción inicial.

Dejó de acariciarla, la tomó de las piernas mientras le susurraba que era preciosa y muy dulce y que le iba a demostrar muchas cosas como lo de ahora que la harían feliz, la joven se dejo llevar y con su espalda pegada a la pared y las piernas sujetas a las caderas de Shamsir, comenzó a recibir el baile de sus caderas sobe su sexo desnudo, calentándole mas el cuerpo, cegando mas su conciencia, se mordía el labio intentando no gritar ni descubrirse en tal situación, eso le gusto más a Shamsir,  aceleró el ritmo mientras tomaba con furia los pechos de la joven tirando de sus pezones y devorándolos, sujetaba sus nalgas con su manos acariciándolas y empujándolas contra su sexo, esa joven se excitaba mas cuando descendía más al ano que en su propio sexo, la idea excitó más a la cazadora y le dio con mas fiereza hasta arrancarle un gemido que ahogo con su boca y la sujeto con fuerza por que la chica perdió la conciencia…

Con suavidad se arrodillo sobre la alfombra que enmudecía sus pasos, mantuvo sujeto su cuerpo contra el suyo hasta poderlo apoyar y dejar sentada sobre la misma, el movimiento la despertó un tanto sobresaltada y al mirarla la chica enrojeció recordando lo ocurrido, quizás no se hubo desahogado como antes, pensó Shamsir, pero desde luego lo que había descubierto era muy interesante…

Le beso la frente se levantó y volvió a salir del pasillo alejándose por donde llegó con una sonrisa presuntuosa a los labios.

Desde luego las cosas estaban yendo más rápidas de lo que se esperaba y le agradaba, sabia de que tendría inconvenientes pero no dudaba de que los superaría

Volvió a las termas y disfruto de observar el desconcierto de las miradas inquietas de la rubia, la morena todavía tardaría en acercarse a un lugar publico y común, no le gustaba cuando estaba atestado, en cambio a ella sí, además se escuchaba que se les iba a conceder a las mas mayores la libertad a cambio de sus servicios de espías en ciertas casas regentes de otras zonas, si llegaba genero interesante se debía retener y confirmar con el palacete, cada una conservara su eunuco como cuidador y hombre cara a la cultura, pero seguirán al servicio del califa, si pretendieran huir no les perdonarían la vida ya que no satisfacían la lujuria del Califa, terrible vida cuando a una se le acaba el tiempo de seducir o satisfacer a un mal nacido. Sacarlas de la comodidad era más que un castigo, un repudio.

Al atardecer apareció y conformé asomó por el velo que separaba las termas del pasillo circundante que rodeaba un gran salón, volvió a salir casi sin mirar a nadie más que a ella, se volvió tímida en su presencia pensó, eso la impulso a levantarse y salir dejando a su eunuco recogiendo sus objetos, allí estaba dudando de si entrar o marchar, se acercó por detrás y le acarició los cabellos antes de seguir a sus aposentos, tuvo la tentación de besarla y asustarla más, pero no iba a dar preferencias.

Apenas llegó a sus aposentos tuvo una sorpresa mayor, allí la esperaba una de las medianas, la que según tenia entendido sufrió tres abortos y el Califa dio de lado, por que casi falleció en la ultima y no deseaba la maldición de Alá, por mandar a la muerte a una mujer en su deseo de engendrar varones, que le dieran un mejor prestigio en su costumbre como gran señor y varón a la sociedad árabe.

Shamsir la observó, pelirroja de ojos azules tan claros que casi parecían blanquecinos, viendo esos ojos entendía el por que la mantenía a su lado, era un tesoro incomparable y desconocido en estas tierras, igual que las albinas, le intrigó todo lo que tuviera la otra por decirle y también le serviría para analizarla, deseba ver pronto esos ojos entrecerrados mientras su sexo humedecía bajo sus atenciones, desde luego la vida ahí se volvía cada vez mas interesante.

Su nombre era Junaana, Perla Plateada, las mujeres decidieron llamarla por el significado tan hermoso de su nombre, era una elección asombrosamente tan hermosa como su portadora, y digna de su singular belleza.

Cada cubiculo poseía una sala y al fondo la estancia privada, se privaba a las mujeres de puertas para evitar que se encerraran o se resistieran a ser llevadas ante el señor, aparte de una falta de educación el imponer barreras en los terrenos del propietario, solo el tenia derecho a decretar tales protecciones, para evitar allanamientos de la intimidad estaban las eunucos, ninguno permitiría la entrada de nadie sin consentimiento excepto al señor, ni tampoco permitirían una causa de falta así hacia nadie, cuidan de unas y protegen de otras, ya que escuché de envidiosas que envenenaban por recuperar la simpatía de sus dueños….

La invito a pasar y le ofreció a compartir un te si gustaba, la cordialidad y el ser acogedora nunca esta de mas, nunca le gusto ser gran señora de una casa pero tampoco era una ignorante a fin de cuentas, con todo se preguntaba de los orígenes de la mujer…

Ella aceptó dejándose servir, aunque no probó su bebida hasta que esta fue catada por su eunuco, pese a que yo tome primero no le dio prueba suficiente de seguridad, algo le hizo sospechar que ya habían intentado en el pasado eliminarla y eso significaba que si había cierta rivalidad entre las siervas del Califa, se percibía ciertos resentimientos entre las mayores y alguna joven, incluso hubo una que se suicidó al día siguiente de llegar y al eunuco al fallar en su tarea de cuidarla, se lo decapitó… La ley dictaba que si perdía una vida a sus manos lo pagaría con su propia vida al señor de la misma.

La mujer alzó con sumo cuidado su mano izquierda y  tomo la barbilla de Shamsir, comenzó a mirarle los ojos, así la sostuvo un rato, no temía su escrutinio, le daba igual lo que ella para si sacara en limpio, su roce en cambio si lo temió, le quemó la piel con el mismo deseo que una droga recorre las venas. Esa mujer tenía algo peculiar y se diría que muy significativo.

Se levantó sin llegar a entablar una conversación con ella, incluso antes de salir le ofreció una sonrisa que le provocó tal temblor interior que le chocó todavía más, solo una vez sintió algo parecido y desde aquella vez nunca mas. Debía cuidarse de ella podía influir si se descuidaba.

Decidió tumbarse se lo comunicó a Mahir y que le trajera de cenar y avisara a la doncella, no se permitía descansar sin alguien cerca en caso de que cayesen enfermas o envenenadas, otro requisito, mientras Mahir duerme Iman velará su sueño y cuidara de las necesidades privadas, ya sea el cuidado del pelo,  ropas y ayudar al aseo, era como ser una gran dama pero sin disfrutar mucho tiempo de la soledad, al menos que se insista en que las dejen solas, ella solía hacerlo, Mahir no era como el resto de eunucos, miraba al de Azabache con un turbio deseo que le provocaba risas al pensar en que le era imposible compartir ciertos placeres mundanos como el resto.

Su ultimo pensamiento antes de caer dormida, fue que el sentir es el sentir… y si ella caería en un futuro en esa trampa o escaparía indemne, ella no estaba echa para sentir mas allá que el mero gusto de apreciar y disfrutar.

La cena quedó olvidada para Shamsir, despertó cuando la luna lucia muy alto lo que le indico que ya era media noche o pasadas, se levantó desvelada y muy relajada, sentía como si hubiera dormido días, ignoraba quien fue llamada ha hacer compañía al Califa, sospechaba que lo sabría al día siguiente y también escucharía los rumores de que el hombre se habría vuelto impotente o ya no deseaba en esas ultimas semanas copular, se pregunto en que pensarían Setar y Azabache esa noche, luego los ojos de Junaana volvían a su mente…

Al salir a la sala encontró en la misma entrada sujetando con su cuerpo los velos de la entrada a Iman, la pobre dormía ahí acurrucada asegurándose de que nadie entrara sin que lo supiera ni llegara una serpiente que la pudiera dañar durante su sueño,cosa muy habitual a un haren cuando existian venganzas o rencillas entre mujeres,Iman a su  mantenía en el centro unas brasas encendidas y protegidas que aliviaba el frío del desierto a la noche, el cambio de temperatura del día a la noche era muy radical.

Una figura parada frente a los velos se traslució y sobresaltó a Shamsir, era una mujer y no andaba encorvada como muchas de las doncellas ya vencidas por el trabajo, usando un abanico entreabrió los mismos para saber de quien se trataba, Azabache, se encontraba frente a ella con un aire ausente y pensativo, eso la desconcertó mucho en un principio, hasta que al levantar la muchacha el rostro y verla sus mejillas se volvieron sonrojadas y sus pupilas se dilataron, la chica recordaba los momentos compartidos y la perturbaba, puede que la buscara para disfrutar mas, pero según sus reglas no daría todo de golpe y menos cuando ellas lo desearan, tendría que esperar y sufrir la espera, aun así acercó su rostro al suyo rozando sus labios con los propios y en un susurro la mando a la cama, Azabache asintió y se volvió en completo silencio, y ella se retiró al lecho de cojines que formaban la sala, encontró unas poesías a un lado que le mostraron al llegar por que le agradaban al Califa y se dedicó a ojearlas hasta que ahí mismo volvió a caer dormida.

Al amanecer Iman la cubría con una colcha y pudo percibir como admiraba su cuerpo casi desnudo del todo, seria muy recatada y silenciosa pero sabia admirar la belleza de una mujer como la de un hombre como Mahir, la observó preparar sus tareas y atendió un aviso a su puerta, tras despedirse volvió a su lado comunicándole que se la reclamaba para recitar poesía en una hora a los jardines, que gustaba de desayunar allí al Califa en las primeras horas que no apretaba el calor, enseguida se la guió a las termas a su primer baño del día con su séquito de belleza, de ahí la volvieron a sus aposentos en dónde ya la esperaban con unos trajes muy opulentos de vistos colores, se los colocaron sobre su piel morena, con unos mocasines en vez unos zapatos de tacón, puede que la ultima vez le disgustara mucho ver que era más alta que él de pie a su lado, era algo que incomodaba a muchos hombres, y el Califa no era distinto a muchos de los que conoció cuando vivía con su familia.

Tras aparecer una de las dos esposas del Califa y asegurarse que estaba lista para ser presentada ante el mismo, se me llevó por varios pasillos con textos persas colgados de las paredes, un tapiz en el que un conjunto de mujeres se postraban ante un hombre de ropajes opulentos con una cimitarra a su mano derecha y un gran palacio al fondo daba entrada a los jardines privados, allí el hombre en vez de desayunar o esperar sentado, se dedicaba a podar algunas rosas del fondo, el techo del jardín cubierto por una red y alrededor del mismo un paseo empedrado y rodeando de columnas a las que habían acoplado unos estantes repletos de nidos de madera de lado a lado del estante que ocupaba la parte superior del capitel y rozaba la la viga que sostenían los pilares, todos ornamentados, era un efecto muy curioso, a su lado ya esperaba otra mujer, su rostro y cabellos se mantenían ocultos, sólo esperaba ver los ojos para saber de cuál de las mujeres se trataba antes de acomodarse al lado del señor.

El Califa volvió con pasos cortos y algo despistados, seguía pendiente de sus flores, un colibrí paso ante los ojos de Shamsir sobresaltándola, observó entrañada el ave pues era una especie difícil de atrapar y conseguir, sus precios eran desorbitados al mercado, su padre siempre soñó con ver uno. ese recuerdo incluso le molestó, no debía de pensar en aquella época, por él estaba ahí....

Al llegar al lugar listo para el desayuno y su recital comprendió algo, ella no tomaría nada, por el contrario seria espectadora y distraería a la pareja de comensales con su voz y versos, suerte que los repasó esa madrugada pensó la chica, allí en pie esperó toda indicación de cuando debía comenzar, el señor le indico que se acomodara a unos cojines a su izquierda, así lo hizo, si insultaba o faltaba al hombre del que dependía su existencia podría correr su vida el mismo destino que el eunuco que perdió su vida decapitado.

Se acomodó y tomó entre sus manos el tomo de versos que ya le dejaron listos para leer, a su señal dejó fluir su acento persa y continuo recitando sin mirar a ningún lugar que no fuera el papel impreso, una pluma cruzó su lectura y la frenó en secó, alzó la vista al comprobar que era una petición del Califa, otro gesto indicó a la otra mujer que se descubriera y tomara un laúd, ninguna de las dos habían comido nada, el hombre se recostó mientras esperaba a que la otra estuviera lista, apenas los ojos de Shamsir se posaron en los de la otra comprendió su incomodidad inicial al entrar y mirarla, era Junaana, el desconcierto fue mayor al escucharla tocar con una dulzura inesperada, al cabo de unos minutos el Califa le indico que leyera a su vez y dejando fluir su voz se acomodó a los acordes del laúd.

Una hora mas tarde ambas volvían a sus aposentos por el mismo camino por el que la guiaron, en un momento dado ella se detuvo y pidió con un gesto a la guardia que se la esperara, la misma guardia asintió y ella se dirigió a unas puertas muy amplias y las cruzó, no pudiendo resistir la curiosidad Shamsir la siguió y su sorpresa fue monumental, los techos estaban cubiertos de vidrieras de cristales de colores recreando pasajes del Corán, a un lado varias armaduras antiguas posaban como ornamento a un lado y al otro una colección de sables de todas las tierras y épocas, ella se mantenía quieta y la mirada posada en el techo, justo de bajo de una rosa blanca muy hermosa que me hizo pensar en una rosa que lloraba sobre aquel que dejara su alma bajo sí para ser consolada.

Me acerqué a ella y la observé, sus pechos llenos se mecían al ritmo de su respiración pausada,  sus caderas redondeadas eran como un pecado del deseo,  y su mirada ahí fija brillaba como nunca había visto, casi como una dicha redentora que la fortalecía en su admiración silenciosa.

Shamsir estaba fascinada por la mujer que ante sí se mantenía firme mirando las cristaleras rociadas por la luz del sol y en un momento dado, el sol se posó en la rosa blanca y roció de su calidez blanquecina el rostro y los cabellos de ella, justo entonces ella descendió su mirada sobre la morena y la miró exactamente igual que el día anterior, su mano acarició el rostro de Shamsir y la tomó de la barbilla antes de volver a salir por la puerta y dejarla así de sorprendida y confundida.

Apenas se volvió a abrir la sala Shamsir salió de su estupor y se esforzó en alcanzar a la otra mujer, ella ya la esperaba con sus guías y guardias, parece que era un trayecto que hacia muy seguido, no hubo conversaciones ni comentarios solo el silencio y el ver como caminaba ante si esa mujer que la sorprendía con sus actos y belleza.

Apenas entraron al los términos del harén cada una marchó por su lado y se cobijaron en sus aposentos, apenas llegó una esclava doncella de la esposa mayor del Califa la esperaba a sus aposentos para acompañarla a la presencia de la misma apenas llegara….

Sin tiempo a tomar nada fresco se dejó guiar hasta el circulo interno del harén, una zona impenetrable sin un permiso especial y bien custodiado de posibles intentos de ataque por parte de otras mujeres, las esposas poseían privilegios que la mayoría ni conocerían y solo aquellas que concibieran un hijo alcanzaban dicho estatus, una de las primeras lecciones que le dieron de niña a su tierra, se la animaba a que alcanzara ese lugar y ella a su vez renunciaba a ser la consorte de un hombre y llevar en su seno un hijo del mismo, lo que nunca podría evitar ser un objeto en un país sin privilegios de elección para las mujeres.

Se la dejó al umbral de una gran sala, la mujer pasó dos sólidas hojas de madera hermosamente talladas, con imágenes de elogios al destino, a la bendición de la fertilidad y otras tantas que daban un parangón sin igual, las dos esposas mayores regían el harén nada de lo que allí sucedía pasaba inadvertido, se preguntó que harían si supieran de sus deseos y sus conceptos, sospechaba que seria un gran pecado e insulto para su condición de mujer fértil y sumisa.

La cabo de cinco minutos se abrieron de nuevo las hojas dejando asomar el rostro de la misma doncella que acudió a sus aposentos, con un gesto le indicaba que pasara y la siguiera, así lo hizo, desde el día que llegó siempre pensó en las dos mujeres mayores como mujeres de cierta edad que ya no eran capaces de concebir, pero su sorpresa fue todavía mayor, pues al pasar una de las mujeres mejor ataviadas no rondaban la treintena y la otra si la pasaba no era por mucha diferencia.

Se le indico que se sentara frente a ellas, así lo hizo, ambas conocían su nombre su llegada edad y todo cuanto se podría saber desde su nacimiento, ya que antes de que su padre concediera su virtud y vida al Califa por una buena suma de dinero y fuera garantizada su vida acomodada como parte del harén se le daba un largo informe de su crecimiento, estudios, conocimientos, incluso salud y habilidades, ella aprendía con suma facilidad otras lenguas, echo muy útil para el comercio con occidente.

Una de ellas se presentó como Asalah, significaba pureza, la otra era Celina su significado igual de sencillo pero no menos hermoso, celestial o divina. Observo a ambas sin estar muy segura de que se esperaba de ella o las razones de ser llamadas a su presencia. Asalah de cabellos cobrizos, ojos pardos y piel cremosa, era como observar una belleza tan exquisita que quemaba los sentidos, la mujer al entender que pasaba la misma evolución que la recién llegada le sonrió sin cohibición alguna y por Alá que era hermosa, más hermosa que el rocío de la mañana sobre los lirios dorados del paraíso, Celina mantenía sus ojos entrecerrados, su gesto parecía severo o mas bien adusto, sus cabellos negros y brillantes mas vivos que los de Azabache, su piel inmaculada y cremosa de un tono blanquecino como la leche sin ser pálido, sus labios carnosos con tupidas pestañas que con un cierre de las mismas podían acaricias a la persona deseada, y vamos si la acarició cuando posó sus ojos abiertos sobre ella, ojos zafiro aterciopelados, para perderse en su mar de color y no recuperar la conciencia.

Las puertas se volvieron a abrir a la espalda de Shamsir, ella no podía insultar a su superioras volviéndose a mirar, debía esperar a que se le diera permiso para hacerlo, así esperó y esperó, todas se mantuvieron en silencio y ella ya temía que fuera el propio Califa quien estuviera tras de sí. Una mano gentil se posó en sus cabellos acariciándolos, el cuerpo de Shamsir no soportó el contacto pues la corriente que la recorrió la hizo arder como en el mismo fuego de un volcán, sus ojos se abrieron sobresaltados, ni siquiera se dio cuenta que los cerró a la espera de una orden o petición, una sonrisa complacida asomó a los labios de Celina otorgándole cierta dulzura pese a que su rostro nunca diera signos de poseerla.

La voz de Asalah inundó la estancia, hablaba despacio, pausado y su voz carecia de dulzura pero si impregnaba cada silaba de autoridad y sentencia.

-         Como todas conoces las reglas del harén, ninguna pertenencia esta extinta de derecho y castigo para el resto, nada se toma ni se roba o usa sin permiso, sabemos que has traspasado ciertas reglas, puede que no conozcas todas las condiciones de convivencia a un harén y cada uno conlleva la suya propia, reconocemos que hasta la fecha no has conocido otro y has sido una rosa virtuosa hasta tu llegada, pero no todas las rosas conllevan el mismo aroma, unos son mas densos otros mas suaves..

-         No comprendo señoras sus palabras ni la razón de mi presencia ante ustedes, ningún objeto he pedido o tomado de nadie, es algo a lo que siempre me he negado, no soy persona que viva sobre sus pertenecías….

-         Nos consta, nada pediste al señor tras tomar tu virtud a tu llegada, pero hemos comprendido que tu naturaleza no puede estar al a deriva, en el pasado se las rechazaba pero con el tiempo se han creado alianzas al harén muy concisas y tu has intervenido en dos de ellas sin consentimiento y para evitar la repudia y las ultrajaran ante el resto callaron acudiendo a nosotras, no obstante alguien pidió tu tutela, con todo también nos solicitó silencias su nombre, solo te avisaré lo siguiente Shamsir, todas las mujeres son esclavas del dueño de esta casa, pero al interior de este harén todas son parte de algo, con su alma y ser, si vuelves a tocar a una mujer sin su permiso y rompes sus lazos humillándolas con tu contacto puedes crear tu muerte y las humilladas…

-         Entiendo…

-         Ahora escúchame a mí, Setar es mía y no perdonaré  tu osadía, se te niega la entrada a las termas, a pasear sola, y cuando estés en compañía del resto tu cabeza mantendrás agachada sin mirar a los ojos a ninguna, al menos que alguna así lo exija. Ese es mi decreto como señora del harén, decide si prefieres mi juicio o el del señor de la casa, el consejo de Asalah ya lo escuchaste, estaremos a merced de nuestras leyes y orígenes pero no estamos solas entre nosotras, no lo olvides.

-         No lo olvidaré.

Allí estuvo a la espera de que se la concediera marchar, la persona que se mantenía a su espalda volvió a acariciar sus cabellos y esa vez la sensación fue de puro frío y miedo, pero no se movió de su posición ni dio muestras de ello, igual que llegó se marchó en silencio y minutos después se le concedió marchar a sus aposentos sin olvidar las imposiciones por sus faltas.

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