miércoles, 20 de junio de 2012

TRAS LOS MANDAMIENTOS…





Maite no era mas que una niña, con una gran curiosidad a su tierna edad,  le era difícil no fijarse en quienes les rodeaban, en gran parte por que era lo único que tenia, desde muy niña creció con la imagen de una madre ausente, por cosas de la vida ciertamente, no era gusto para ella saber que su madre cumplía condena una y otra vez por distintos delitos de grado menor, pero siempre supo algo, su madre la amaba como nunca sintió de nadie mas de los que ella quería, lo más triste saber que nunca tendría una vida normal como el resto….

Creció con sus abuelos y la antigua doctrina del cabeza de familia, la protección y cariño de la abuela y el reflejo del miedo constante…

La doctrina no educa pero cumple con su cometido, temer las consecuencias si algo no es tal como se impone; a la vez una fuerza rebelde renovaba su espíritu de descubrir mas de lo que las mentes cerradas podrían, todo era tabú, y lo que no era una falta de respeto o educación…

Maite aún con un carácter tranquilo era un nervio constante, podía tener tanta paciencia como explotar si le hacían daño, pero siempre la razón principal proteger a quienes quería o no podían  hacerlo, así era su código moral desde muy pequeñita.

Fue creciendo defendiéndose por su situación marginal o diferente al resto de las niñas de su edad, tampoco le importó, ella sabia algo, ella era ella y las otras nunca entenderían lo que era luchar por sentirse alguien… al comenzar el colegio sus abuelos se negaron en su momento a matricularla en su momento y dos años mas tarde formo parte del mundo del  resto de las niñas de su zona, claro está le costo habituarse y siempre la veían como la mayor, o se sentía más lenta que el resto e inferior en más de una ocasión por que al ser mayor y estar con más jóvenes, pues eso creaba ciertos hábitos de exclusión; con todo continuo aprendiendo y defendiéndose hasta que cuando el resto comenzó a realizar la catequesis ella seguía sin ni siquiera saber que era eso, luego lo supo, todas tomaban la comunión excepto ella, le daba igual, por suerte no todo el mundo pensó lo mismo, alguien cercano a la familia con mucha influencia, intercedió y el mismo año que el resto comenzaba su ultimo año de catequesis ella empezaba aquello que tanto la disgustaba, con todo sabia que no tenia remedio, así continuo el primer año recibiendo los mandamientos y otras oraciones de una religiosa, al segundo año en el que se les preparaba ya para cumplir con el santo sacramento…. Todo cambió.

Maite, se veía así misma como una niña delgada, tanto como un palillo, de pelo castaño y muy largo, su disgusto diario, de orejas grandes para un rostro pequeño y delgado, tenia pecas y no la disgustaban, sus ojos eran en sí algo fuera de lo común, un ojo de cada color; así como lo digo, uno de ellos era azul y el otro un marrón verdoso, su favorito el del color del cielo, su aspecto nunca fue femenino, siempre iba con pantalones y suéteres o camisas, destetaba las faldas y bien sabia que pronto llevaría algo más que una falda; su sonrisa era abierta con dientes de conejo, si se la miraba bien no tenia nada que la describiera guapa, a ella tampoco la importaba, la escudaba de que el resto se fijara mucho en ella.

Llegó el último año de catequesis y todas emocionadas con que llegara y terminar con las clases y recibir sus ansiados regalos y hacerse las fotos con sus vestidos de princesa, a Maite le bastaba con no tener que seguir yendo a escuchar lo que eran las santas escrituras, sacramentos y mandamientos, como siempre una religiosa entró en el aula ordenando silencio, que todo el mundo prestara atención, se sentaran a su alrededor antes de presentarse, algunas ya la conocían por las clases en el centro escolar al que iban, en el mismo que se impartían la catequesis.


La religiosa comenzó con la oración inicial, por si hubiera dudas, el padre nuestro, ya era la letanía habitual al comienzo de cada clase y finalización, incluso antes de las comidas y en ocasiones después, así que se recitaba ya sin pensar y a la espera que ese tiempo ya controlado por las oraciones pasara y llegara el momento de sentarse, llegó el momento pero no tuvieron el habitual consentimiento, la religiosa tenia a una chica joven esperando a la puerta del aula, se tomo su paseo para abrirla y hacerla pasar hasta el centro del aula. Era una chica alta, con unos ojos azules como el cielo y cabellos rubios, delgada pero con un cuerpo fuerte, no era huesuda como Maite, caminaba con seguridad y sus ojos brillaban, solo su presencia ocupaba todo el aula y hacia bajar la mirada a Maite.

La voz de la monja llenaba el aula pero eran los ojos de la rubia la que tenia cautiva la atención de Maite, las mil preguntas llenaban su mente,  la curiosidad era algo normal pero esa chica le causó un efecto mayor, nunca había visto a alguien con tal belleza que brillara en medio de todas.

Apenas prestó atención a cuanto explicaba la monja hasta que ésta salió del aula con paso presuroso y despidiéndose, primera pregunta en su mente, “¿se va?, luego su mente se centro en el rostro de la chica rubia, tendría unos 19 a 20 años, con una voz suave algo rasposo y dulce se dirigió al grupo, enseguida se denotó en su voz un cierto aire alegre u optimista que encandilaba más a Maite, la cual deseaba esconderse más de su mirada a la vez que se fijara en ella.

Comenzó presentándose, para sorpresa de Maite la chica se llamaba como ella, Teresa, su nombre era un diminutivo de Maria Teresa, pero ese detalle la emocionó todavía más, llegó el momento de presentarse el resto del grupo, mientras la mente de Maite confirmaba las ultimas palabras de ella, iba a ser su monitora durante este último año de catequesis y esperaba que se entendieran bien; cada una de las chicas se iba presentando, le llegó su turno y con voz seria y algo seca dijo el suyo, ese instante bastó para ver su sonrisa y escucharla decir, “mira como yo”, ese instante paso fugaz, pero en la mente de ella se repetía con regocijo, la chica tenia una sonrisa preciosa y ya sentía cierta admiración hacia ella, o al menos eso se decía así misma.

El primer día paso en tensión, conociendo un poco hasta donde sabían, lo que les gustaría para su comunión, lo que quedaba hasta el día, en pocas palabras rompiendo el hielo, al llegar el final ya había oscurecido, los pájaros del pinar adyacente ya no cantaban, comenzaba hacer fresco aunque a ella no le importara, se quedó la ultima para seguir escuchándola y ayudar a recoger el aula, la acompañó hasta la entrada del gran patio de la escuela, en portón abierto de par en par dejaba a la vista a los familiares que esperaban allá a las niñas de los distintos grupos, y si niñas por que apenas entraban niños a la catequesis y por entonces era solo de chicas la escuela religiosa a la que iba; una vez reunidas con el grupo se fueron presentando a los familiares de cada alumna, antes de marchar y así irse conociendo, a Maite era la única a la que recogía su abuelo, detalle que llamó la atención a la chica, pronto la chica se deshizo en ofrecimientos de si precisaba de ayuda, no tendría inconvenientes en acompañarlas, agradecícimientos y despedidas cordiales, mientras Maite se fijaba en sus maneras y gestos, ya sujeta por la mano firme del abuelo a la espera de que la llevara de vuelta a la casa en dónde vivía, siempre analizando el ánimo de éste para saber que llegaría apenas pasar por la puerta de la casa…

El otoño fue pasando sin problemas, los vientos se levantaron con ira esa estación, una tarde en la que salían pronto por avisos de peligro se encontraron con el terror en los ojos de los adultos, al salir se las retuvo ya que uno de los árboles daba avisos de estar a punto de caer, una de las chiquillas salió corriendo sin previo aviso hacia su madre, la cual gritaba por que no se acercara, el árbol se precipitaba y Maite reaccionó por puro instinto, corrió con toda su alma, la empujo alejándola y sin perder ojo la retuvo en un punto protegido por un pino mayor, su instinto la guió bien, el pino cayó a sus espaldas bajo los gritos de espanto y terror de los adultos, y una rama cayo cruzada al otro lado del tronco del que usaron como resguardó, la niña estaba paralizada y comenzó a llorar con un llanto que taladraba el oído, el abuelo acudió corriendo a su lado, no la abrazó se la quedó mirando y supo que Maite supo que hacia pese a lo joven que era, le había salvado la vida a la niña a tiempo… Teresa acudió corriendo a ver el estado de ambas, la estuvo mirando perpleja, Maite en cambio guardaba la calma como si fuera normal lo que acababa de hacer, se sentía exultante por haberlo conseguido y sobretodo de que no la abroncaran, no podían tampoco ya que la otra chica estaba bien por su reacción.

Un cierto acercamiento se dio ese día, Tere la abrazó, así pedía que la llamaran, también pidió de acompañarlos hasta su casa, el abuelo estaba todavía tan conmocionado que no se opuso, el tiempo cada vez arreciaba más pero ambos la esperaron fuera, a que ella saliera por la puerta superior antes de exponer a las niñas a algún accidente, el resto siguió el mismo acto y salieron por el otro lado, al terminar ella bajo hasta la altura de abuelo y nieta y comenzaron en una conversación amena mientras caminaban hacia su casa, en la parte más alta y aislad de la zona.

Esa noche el abuelo accedió a que fuera ella quien acompañara a Maite a su casa, la  sorpresa fue mayúscula para la joven, mejor dicho para ambas, con todo un cierto regocijo recorrió a Maite que ya miraba a su monitora con adoración.

Dos veces por semana se veían al aula y luego volvían juntas a su casa, hablaban de todo un poco con confianza y muy amigablemente, incluso volvían entre risas y bromas, hasta que llegaban a la calle en la que vivía Maite, allí se apoderaba de ella la tristeza y cierto miedo, uno que su abuelo descubriera lo feliz que era con su monitora y lo viera mal, otra que ella se alejara de su lado, también en que estado de humor estaría su abuelo al llegar, no era una persona de personalidad tranquila mas bien todo lo contrario cuando se disgustaba por cualquier cosa, esa era la razón de que tanto miedo le tuviera ella, no quería contarle a Tere, pero ella siempre le preguntaba que le pasaba, un “nada” era toda la respuesta que daba Maite.

Así siguieron hasta que iba llegando primavera, por aquel entonces se volvían cogidas de la mano, ninguna decía si algo había, Maite tampoco se preguntó que era eso, simplemente era feliz y no quería que terminara, había momentos de cierta ambigua intimidad que lo mismo atraía a Maite como temía, era como abrir una puerta a algo que desconocida y no comprendía, pero luego todo pasaba y seguían siendo las mismas.

Un día a dos meses de la fecha esperada en que a Maite le tocaba terminar con las clases y vestirse como una princesa, que si lo pensaba se preguntaba por que no podía vestir como el príncipe de todo cuento, igual que una chica de dibujos que le agradaba por ser como era; Tere le pidió un beso, Maite se puso muy nerviosa, miraba ande Vivian y a ella y así consecutivamente, quería y a la vez tenia miedo, Tere se dio cuenta y lo dejó estar, pero Maite no se olvidaba de ese momento, no entendía que le pasaba, nunca pensó que se pudiera sentir esa duda para con una mujer ni que es pudiera besar a una igual, pero ahí estaba dudando y dudando, las calles cada vez estaban mas concurridas y no podían hablar de lo sucedido, todo seguía igual pero las miradas de Maite a los labios de Tere eran más frecuentes.

Una tarde Tere acudió a la clase seria y sin el animo acostumbrado, algo ocurría pero Maite no sospechaba lo que sucedía, como siempre todo marchó igual, esperaron a que todas marcharan y se cerrara la escuela, y comenzaron el recorrido hacia su casa, por todas partes la gente salía al sol, a sentarse a las puertas a tomar la fresca y conversar, al llegar a la calle un silencio opresivo se hizo presa de ambas, unas palabras desalentadoras comenzaron a brotar de Tere, ya no iba a continuar siendo la catequista ni acompañarla, Maite preguntaba si había echo algo mal, en cambio Tere le decía que no, según le contó un empleo fuera la obligaba a marchar y por eso ya no seguiría cerca suyo, la tristeza hizo presa de Maite y cuando quiso despedirse, el abuelo de ésta asomó por la puerta rompiendo ese instante que para ellas era tan importante, o al menos para Maite, nunca supo que sentía Tere por ella, pero tampoco fue capaz de olvidarla así como así, siempre se acordaba de sus paseos hasta su casa y su voz tierna a su lado, el sueño se había roto.

El tiempo pasó, y esos recuerdos fueron quedando atrás con sus emociones pero nunca pudo olvidarla, aun cuando llegó a ser adulta su recuerdo fue siempre tierno e importante aún cuando nunca se preguntó por qué.

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