martes, 19 de junio de 2012

LXVI


LXVI


Corazón partido,
Late divido y sigue vivo,
Su latido es vibrante a cada trozo
Le da un brillo diferente,
Tiende a ser indeciso,
A cual le regala su sangre,
Llena de maravillas y sentimiento,
Es el dulce de dos amores,
Que seducen el alma con sus canciones.

No hay ritmo infinito,
Ni dolor que mortifique,
El eterno vuelo de un amor que nace,
Tampoco que tale un amor perpetuo,
Es dudoso el significado,
Siempre fuerte y contra viento,
Late y vive cada momento,
Como si fuera el último en su especie.

Frente a frente se miran ambas trozos latentes,
Dulce y entregado uno se yergue,
Fuerte y valiente el otro se mantiene,
Ni las dudas los detienen en su baile,
Con soltura se entrelazan y a la vez se enfrentan,
Tanta es la emoción que los embarga,
Que la sangre es poca para lo que experimentan,
Y si ambos traen la sonrisa a la vida,
El alma nada puede reclamar al destino y la realidad,
De ser líder en el amar y tierno en la verdad.

Es ni más ni menos que otro velero que se deja llevar,
Por corrientes y sentimientos que llegan sin mas,
Y si antes otros llenaban el rincón, pues compartir se habrá,
Ya que nada es mas que ser feliz y regalar mucho más,
Nada es de por si único pero si autentico…

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