lunes, 1 de julio de 2013

I

Lánguida espera
que subraya el horizonte,
en una marea de incertidumbre,
abalanzándose contra el silencio,
alzando la voz del alma,
inaudible pero latente,
abarca los pasos y la llama de la vida,
con determinación y envidia,
del ineludible tiempo que sella
la existencia y marca las carnes,
con su paso, con su beso,
siendo inmortal y robando
la juventud.

Lágrimas son las que ruedan
como diamantes imperturbables 
a ojos ajenos,
valerosas y puras e indignas
a la voz,
que siempre reprocha su presencia,
blandiendo la espada de la injuria,
acusando de débil,
suprimiendo de voluntad al fuerte,
para no voltear y admitir
que un llanto, un sentimiento,
lo derrumba como al árbol endeble.

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