domingo, 16 de junio de 2013

CXVII






Son acordes las notas de su voz,
Ese susurro que me enternece
Y enlazan mi alma a su corazón.

Su ritmo trasciende en la escala,
Al son presuroso de ése corazón impaciente,
Que en secreto se arriesga
A saltar mí pecho a sus brazos,
Buscando su caricia libre de ataduras.

Habita en él las alas de la voluntad,
Que la conciencia se niega admitir,
Ascendiendo como ángel tras el paraíso,
Olvidando la conciencia siempre cauta,
Cuyas razones ya no importan ni advierten
Peligro alguno.

Se pierde el norte bajo ese cielo estrellado,
No existe horizonte ni  barreras que lo detengan,
Ni los limites mortales en ese sueño,
Que es el placer de estar a su lado.

No encajan las composiciones,
Solo se amontonan como planes y aspiraciones,
Mientras se muere en suspiros,
Mientras se alberga esperanzas
Y en la fe de la fantasía,
Acrecienta la ilusión que regala latidos,
Que devuelve colores,
Que atrae más dulzor a ese paladar dichoso,
De saberse amado en ese lecho que es su pecho,
En esa suavidad que son sus senos,
En ese resurgir que es la furia de su latir
Contra mis besos hambrientos,
De arrastrarla en esa corriente que ella
Fustiga con una sola mirada,
Que me prometa todos los tesoros
Que su ser albergue y otorgue descubrir
Con la fuerza de mi amar.

Y si caigo exhausta en sus brazos
Será con la fortuna y el elogio
De saber que ella es la indicada,
Para insuflar a esta alma de melodías,
De arrebatar las sombras con sus notas,
De habitar en esta torre de mí ser
Con cada una de sus sonrisas.

En esta adoración su fuego extingue el recuerdo,
Su luz alumbra el sendero entre las zarzas,
Las espadas se rinden a su presencia,
La pluma es esclava de sus musas,
El sueño testigo de su palabra,
La vida digna de su presencia,
El trueno mudo de su existencia,
Y siempre en mí se reencarnara
El favor y la bendición
A su digna persona.



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