martes, 28 de febrero de 2012

LA PLUMA




En un bosque lleno de zarzas y matojos, con su claro lleno de bayas y moras, muchos seres vivos se hospedaban entre sus raíces, en las madrigueras, en las ramas de los árboles, en el tronco de otros, incluso entre algún matojo de zarzas algunas familias se acomodaban felices, no todo era paz y tranquilidad, eso seria un bien mas que preciado, pero a fin de cuentas no se podían quejar, se sentían felices y bien en aquel lugar.

Rara vez se veían acosados por algún zorro, ya que conforme llegaban en vez invernar muchos emigraban a las montañas donde no les pudieran dar caza fácilmente, algunos cambiaban de color a la llegada del invierno y eran muy codiciados por su pelaje, la protección de un lugar tan aislado llegaba a ser una bendición para unos y para otros…

Entre el follaje se ocultaban muchas criaturas, los animalitos habían llegado a formar una gran comunidad, entre madrigueras los conejos descansaban, el verano expiraba y las hojas empezaban a vestir el ambiente de marrones, rojos y amarillos. Las aves en su mayoría ya habían emigrado al sur, alguna lechuza se cobijaba en lo alto acompañando las noches de luna llena con su ulular, entre zarzas y arbustos una comunidad de perdices se reunían a comer. Algún cervatillo tímido asomaba su hocico esperando a que la madre le consintiera salir al prado para alimentarse, asegurándose de que la raza humana no anduviera cerca de sus tierras. los bosques montañosos cubrían la falda de la montaña, siendo protegidos por su imponente altura de los vientos.

En el bosque también otras especies compartían sus días en una apacible existencia, en cierta manera, eso no impedía ciertas argucias, comentarios, por parte de algún que otro animal que se aburría o posiblemente no le tenia aprecio, a fin de cuentas la envidia es un sentimiento universal.

Entre ellas un ave cuya admiración y envidia era el centro de elogios e insultos por partes iguales, un faisán, para ser exactos hembra, siempre se mantenía a distancia de muchos pues su especie tendía a llamar demasiado la atención de aquellos que ambicionaban sus plumas, por desgracia poseía el mismo problema e inquietud que los zorros pero su mayor mal era no poder camuflarse como ellos en las montañas, además que a la intemperie no sabría sobrevivir.

Las perdices anidaban a su vera, ya mucho tiempo atrás mantuvieron trato con ella y no les era incomoda ni mucho menos fuera de lugar, era otra criatura alada del señor y formaba parte de una comunidad tan extensa como ancho es el cielo.

Algunas noches la lechuza se dejaba caer desde las alturas y las acompañaba a la luz de las estrellas contándoles historias inmemorables,  las noches en su compañía eran inolvidables, en esas noches bailaban al son de las ranas y la faisán las disfrutaba mucho compartiendo bailes y pasos sin reproches, de igual manera disfrutaba de la voz de la lechuza suave y en ocasiones inaudible, pero siempre apacible.

La faisán sentía gran admiración por las perdices, ya tiempo atrás forjó gran amistad con una de ellas que siempre se acercaba a acompañarla en sus tardes y en ocasiones en la mañana la observaba acicalarse con mucho esmero, antes de corretear los campos en busca de alimento para el resto de la bandada…
Así pasaba el otoño, hasta que llegó una nueva ave, ésta no era tan esplendorosa como el faisán ni tampoco tan recatada como la perdiz, se dedicaba a observar al resto, a ir de aquí para allá conversando con todos y presentándose de árbol en árbol, a mas de una ardilla le fastidio su presencia, con todo ella siguió deambulando, no parecía que tuviera prisa, incluso consulto a varios gorriones de algún tronco en el que acurrucar su oscuro plumaje y ocultarse de las noches heladas que se avecinaban, al llegar el cenit de la tarde ya encontró donde hospedarse, el antiguo agujero del abedul de la linde nordeste del bosque, anterior mente una familia de carpinteros se acomodaba allí.

Durante un tiempo iba y venia, se desaparecía varios días y volvía en la noche ocultándose en su nuevo nido, sus idas y vueltas causaban mucho interés en la comunidad e incluso revuelos a causa de las innumerables historias que ya corrían por el suelo frondoso, era un gran hormiguero de chismes, sin duda por mucho tiempo estarían pendiente de cuanto hacia hasta que finalmente o se cansaran o desvelaran el gran secreto, con todo su presencia creaba un gran respeto en esa parte del bosque, ni siquiera los ratones de la raíz del abedul osaba acercarse al nido de la urraca..

En una noche de luna llena, la lechuza deleitaba a todos con su canto, cada noche de luna llena la lechuza ofrecía serenatas al astro el cual lucia en lo alto regalando a su bardo su rostro sonrojado en noches calidas, tenue antes de la lluvia, reluciente y esplendorosa cuando la brisa corría, al igual que esa noche. En esas horas, ya todo el bosque conocía el nombre de la nueva inquilina, Ursula la urraca.

La perdiz observo el gran revuelo indiferente, y el faisán se preguntaba que acarrearía todo eso en un futuro, con todo pensó que nada tenia en contra de Ursula puesto que no la conocía… mas le preocupaba el ser tan distinta de la perdiz, su amiga Zoraida, le gustaba pasear a su lado y pensar que podía correr a su lado desapercibida para miradas ajenas, en verdad no ignoraba en absoluto las miradas de algunas aves como el cuervo, que envidiaba su plumaje por no poder lucir el tantos colores, y  a ella bien le hacia desgraciada sentirse tan vigilada por todos ya fuera por una razón u otra.

De vez en cuando su nombre era suspirado en las sombras o susurrado,  era difícil confesar que era infeliz, sentía la necesidad de amar, pero en donde iba todo era o deseo y posesividad, o por el contrario envidia y desprecio, era algo con lo que tendría que vivir, pero por ningún lado encontró a nadie que la mirara sin algo oculto en la mente, algo que se reflejaba en los ojos, el cansancio ya era una compañía constante y por lo cual los días se volvían mas pesados…

Un día descubrió algo que no pensó que sucedería, apareció Zoraida con un ramillete de moras, y al siguiente y después de varias semanas, se atrevió a conversar con ella, la perdiz tímida se presentó,  una especie de dulzura le recorrió por dentro y quiso reconfortarla, de alguna manera pensó que estaba ofendida por sus obsequios, los cuales fueron su manera de darle la bienvenida y acercarse a ella para conocerla, sin dar a entender alguna mala intención. Tras horas de conversación ambas se encontraron que les era difícil separarse, era como distanciarse de alguien a quien se ha esperado siempre, desde entonces era habitual sus paseos juntas, baños, o meriendas, y las largas noches de historias en plenitud eran sus momentos mas íntimos, donde se acurrucaban la una cerca de la otra sin temor a recibir reproches… era cierto, encontró a la persona que más feliz la hacía,  era extraño, pues ambas aves no eran de la misma familia, eso es lo primero que escucharía. Desde luego no la iba a exponer a las murmuraciones ajenas, ella se guardaría ese sentimiento en su pecho y disfrutaría de sus horas a su lado,  era todo cuanto necesitaba.

La perdiz nunca confesó las razones de por que en vez aparearse con un macho y formar su familia, siguió en el calor de su familia la cual esperaba a que se independizara, aunque fuera poco usual, no lo tomaron a mal, en si pensaban que era algo extraña, ya que cuando el padre iba a buscar alimento para las crías ella contribuía sin mediar palabra, ignorando a todos los pretendientes que se le arrimaban, hasta que una trifulca se formaba por la falta de paciencia o de ella o del macho.

Mas peculiar era para la madre el verla ir ansiosa a visitar a Cedra, y al volver aun revolucionada no revelaba nada de lo que conversaban, solo una sonrisa feliz en su rostro le permitía vislumbrar lo que disfrutaba con su amiga, incluso cuando algo malo sucedía ella volvía abatida, con todo retornaba a subir al lado alto para verla aunque no se la viera bien.

Tanto Zoraida como Cedra, eran dos aves muy peculiares y ella no iba a involucrarse en nada que volviera infeliz a su hija, de alguna manera sentía que la solitaria hija al a que crió y vio crecer, nunca formaría su familia, en ese sentido ya estaba claro, hasta los machos la rehuían excepto cuando se metían en apuestas sin sentido.

El padre insistía en buscarle un macho que asentara la cabeza de su hija, la madre reafirmaba su poder en que nada tenia que hacer, una noche Zoraida no volvió a dormir como de costumbre, era tarde y les era imposible alejarse del nido, las crías recién nacidas precisaban de protección, la lechuza se ofreció, sobrevoló el tronco en donde se cobijaba Cedra y allí abrazadas las encontró dormidas, acurrucadas y cansadas… el plumaje de ambas aparecía algo desarreglado, suponiendo que la carrera de la tarde fue mucho mas intensa de lo normal, ignorando que un zorro estuvo cerca de atraparlas.

Ninguna se quiso separar de la otra esa noche, a la mañana siguiente volvió tras acicalarse, explicó el que tuvieron que ocultarse en un espino hasta que el zorro desistió, los padres escucharon escandalizados y atemorizados de que otra vez se vieran acosados por el insaciable apetito de los depredadores, en la primavera nacieron las crías todavía eran jóvenes para trasladarse, espantados y nerviosos, se preparaban para marchar, Zoraida mantuvo su pico bajo y en silencio, ayudo pero no hizo ademán por marchar, nadie se preocupó pensando en la experiencia vivida el día anterior, la lechuza que de normal duerme de día y en la noche despierta los observaba de lejos, en silencio, ella intuía que algo más ocurría. Cuando la madre manda a todos partir, Zoraida se separa y se plantó, en un principio la idea de una pataleta se forma en la mente de la madre, luego una preocupación la recorre y comprende que su hija no marchará, se vuelve a ella y se acerca, le pide de que la siga con los demás, se niega, la observa, su mirada se vuelve nerviosa evitando fijar la mirada en sus ojos, algo no estaba bien, al final todo le cuadra,
Ella no marchara, por que ya encontró su hogar, ya supo que hacer y con quien estar, no hubo preguntas, ella ya era mayor, y nuevas crías esperaban ser atendidas,.

La madre empujo con suavidad a su hija separándola de la bandada, la empujo y la guió, finalmente le pidió que fuera a su nuevo hogar, que volviera con el ser predestinado, Zoraida duda, va y viene entre lo que siente y debe, la madre se vuelve de espaldas y parte con los que aun la esperan, allí deja a su hija.

Un día en el nido familiar, pensando, mirando en derredor, sola, hasta que cae la noche y la lechuza desciende, reconoce la desorientación de la perdiz, la arropa con sus alas y le ulúlela  tiernamente, igual que a su preciada luna.

Cedra supo de la marcha y en su desconsuelo perdió el rumbo, ya llegó la oscuridad y se oculto en una cueva en donde un gran oso hibernada, apenas se revolvía en su sueño profundo, su tristeza le impedía pensar coherentemente e incluso vislumbrar el peligro que corría si seguía a la mañana ahí.

La lechuza acompaño al tronco a una conmocionada Zoraida, y descubrieron que este aparecía vacío y frío,  Zoraida intentó echar a correr a buscarla pero era incapaz de ver en la noche tropezando con las raíces y los socavones, la lechuza insistió en que volviera al tronco y que ella buscaría desde las alturas, así lo hizo y tras horas de sobrevolar se fijó en algo muy extraño, otra ave fuera de su nido y muy alejada de este en plena noche, de normal volaban de día, no se orientaban bien de noche ya que no distinguían absolutamente nada a diferencia de ella que era un ave nocturna.

La observó y descubrió que vigilaba una abertura en la roca, la cueva del gran oso pardo, en esa época invernaba, pero si algo atraía a ese pájaro es que algo extraño sucedía en el interior, descendió un poco mas evitando la luz de la luna sobre si, y su sorpresa fue mayúscula, la urraca vigilaba la entrada, esperando algo,.

Se introdujo en el interior con un vuelo raso y se poso con suavidad en un saliente de la roca, al cabo de unos minutos distinguió algo realmente asombroso, Cedra  acurrucada a la pared descansaba en la misma cueva del oso, descendió con cuidado de no sobresaltarla a su lado, tardó unos segundos en darse cuenta de que ya no estaba sola en ese rincón, y poco mas en ver quien era, en su rostro se dibujo un gran alivio y regocijo, en verdad el ave se sentía perdida, con todo percibió algo extraño, en ese momento no pudo saber de que se trataba, solo pudo pensar en sacarla del lugar y así lo hizo.

Apenas asomaron al umbral de la puerta la urraca alzo el vuelo con un graznido, ese acto le creo un mal presentimiento, esa ave no le creaba nada de confianza, algo se traía entre manos. Avanzo despacio con ella por el bosque, la guió de nuevo a su hogar, mostrándole el camino de retornó, fue una tarea ardua, pero ella era una de las pocas criaturas que le simpatizaban al bosque y no la iba a dejar a merced de un oso hambriento. Cuando al fin llegaron poco faltaba para el amanecer, Cedra agotada apenas alcanzó el tronco cayo dormida, enseguida percibió su olor Zoraida salio en su busca y al verla tan desmejorada se acerco a ella y comenzó a cuidar de su persona, sus alas estaban mal plegadas y su cuerpo escondía mucha maleza que había que desprender,  y lo más triste sus bellas plumas semi arrancadas, como si algo la hubiera asediado y arrebatado una parte de su belleza, no comprendía que o quien todavía, pudo a ver sido cualquier animal.

Hasta la tarde no volvió en sí, y algo de lo ocurrido se desvelo en sueños, la urraca la visitó, la informo de la marcha de su bandada, de que ya no se volverían a ver, de que le dijo que no fue mas de una diversión para ella, de que su belleza no era mas que otra maldición que solo deslumbra y crea el recelo de muchos o la envidia, e incluso la avaricia, que su lugar no era este, sino en un lugar mucho mas hermoso con seres de su linaje.

Con cada palabra el rencor de la perdiz aumentaba, la rabia aumentó al descubrir que ella misma se arranco sus plumas, que se infringió tal daño, que el dolor de su perdida superó el raciocinio y la urraca se aprovecho de su indefensión y desesperación.

La colmo de cuidados, mientras buscaba la manera de arreglar cuentas con esa ave de rapiña y traicionera, esa ave que busco causarle daño, que para colmo corría la voz que vigilaba durante días a Cedra, como si nadie mas existiera al bosque, que luego volaba lejos y volvía de nuevo para volver a pasar horas posada mirándola.

Durante unas horas en las que se ausento pidió a la lechuza de vigilarla, mientras ella cojeaba de aquí para allá, casi sin poderse valer por si misma, y allí apareció la urraca, se ocultaba tras un matorral muy frondoso,  la lechuza extendió sus alas avisándola de la cercanía de la otra, y acudió presta a salvaguardar a su compañera, allí la urraca intentaba confundir de nuevo a Cedra, Ursula poseía una mente muy retorcida.
Apenas alcanzo a alterar a su amiga, Zoraida se plantó ante ella retándola, desafiándola, corriendo tras ella impienso que alzara el vuelo, siendo mucho mas rápida que la otra batiendo sus alas, tenia acorralada a la urraca, de pronto algo comenzó a caer del cielo, se apartó rápido del lugar y cubriéndose empujo a Cedra al interior de su tronco, al poco asomaron a descubrir que ocurría, un montón de piezas brillantes, al cual mas llamativa se acumulaban alrededor de la urraca, la cual se afanaba en recopilarlas de nuevo y esconderlas de ojos ajenos, algo volvió a la mente de la perdiz, el comentario de múltiples robos en bosques vecinos.
No se lo pensó dos veces, enseguida comenzó a rememorar en voz en grito los avisos de otros bosques, las noticias  y los sucesos, e incluso añadió de los daños infringidos a la Faisán, todo el bosque se aglomeró alrededor del ave, las aves rodearon el perímetro, la urraca temblaba de miedo, todo  cuanto hurtó a sus pies descansaba y la lechuza a la luz del día volaba yendo y viniendo del nido de ésta trasladando mas y mas cosas del nido, el bosque le requisó su hurto avisando a los afectados que se acercaron a recuperar sus pertenencias, nadie puso pegas a echar a la ladrona, restringiéndola la vuelta a sus árboles, algo llego meses después de que se asentó en una ciudad de humanos.

El bosque volvió a la normalidad, incluso a la primavera volvería su madre con el resto de la bandada, ella y Cedra siguieron en el mismo tronco compartiendo sus tardes y sus noches, sus días fueron felices, no confesaron a nadie que sucedía, tampoco nadie preguntó, la lechuza sus historias bajaba a compartir, y ellas abrazadas la recibían antes de que alzara el vuelo a ulular a su luna.








2 comentarios:

Anónimo dijo...

ME HA GUSTADO MUCHOOO... ES MUY TIERNA....UNA BONITA HISTORIA DE AMOR, QUE SE LOGRO GRACIAS A LA VALENTIA DE LAS PROTAGONISTAS... FELICIDADES TERE... ESCRIBES MUYY BIEN Y SOBRE TODO TRANSMITES SENTIMIENTOS

ARACELI (CHELY)

Anónimo dijo...

mm probando comentario otra vez u_u