Yo apenas levantaba un par de palmos del suelo y siempre
recordare la novedad de salir con mis abuelos, era muy chiquita, tanto que ni
hablar sabia, pero si recuerdo las imágenes, los nervios, el miedo de ese algo
nuevo a mi vida.
Los niños temen a lo que no conocen, en aquel entonces algo
iba a cambiar de temor a diversión, pues vería una nueva película a un lugar
distinto de mi casa, el tren, al que subíamos para salir de visita, en aquel
entonces eran muy diferentes a los de ahora. Si así es, era la nueva novedad para una niña como yo, un lugar
donde se subía la gente, donde muchos fumaban, otros gritaban los niños grandes
se peleaban por el asiento de la ventana, si lo pienso eso no ha cambiado.
Recuerdo que era domingo ya que mi abuelo tenía fiesta, mi madre no vivía con nosotros, en mi casa éramos mi abuela y abuelo, mi hermana pequeña y yo. Teníamos muchos tíos a los que veíamos de cuando en cuando, también muchísimos primos que cuando nos juntábamos, nos volvíamos una jauría insoportable. Pero así son las reuniones familiares a fin de cuentas. Ese día íbamos de viaje para todo el día, mi abuelo cargaba un bolso lleno de cosas y sobre su cabeza protegiéndose del sol su boina, si así es, era un abuelo de los de antes con su boina oscura y ese cabo central tan ridículo.
No se a donde fuimos, tampoco tenia edad para entender, pero
lo primero que recuerdo es caminar cargados y mi abuela gritando que nos riéramos
prisa, ella cargaba a mi hermana pequeña, yo iba de su mano y el abuelo delante
bien cargado protestando que teníamos tiempo, cosas de matrimonio, uno que si
el otro que no.
Nos apeamos al lado de una morera, allí descargo mi abuelo
su carga y saco el monedero siguiendo las instrucciones de mi abuela, ¿ella
siempre mandaba sabéis?,
El hombre con su boina se marcho y entro a un edificio viejo
y destartalado, con algunos cristales rotos y algunas maderas cubriendo un par
de ventanas, mi abuela que para mi era muy grande e inmensa, si así es, no era
la típica abuela algo redondeada, tampoco aquella abuela casi esquelética, si
digo inmensa es por que la pobre mujer tenia un cuerpo tan grande que para
andar tenia que tambalearse ligeramente y prácticamente arrastraba sus pies,
pero lo mas fascinante era su mirada, siempre mostraba ese amor incondicional y
risueño, aun cuando el cansancio era superior a ella y necesitaba sentarse,
nunca le faltaba esa mirada para que todos los niños nos acercáramos con ilusión
a besarla. Ella era así, siempre entregada a su corazón.
Al cabo de un rato reaparece mi abuelo con sus botas
antiguas de militar negras, muy deformadas pero que jamás se quitaba, le daba a
mi abuela el dinero le daba sus explicaciones y después los billetes, siempre
era así, después se apartaba a un lado y a fumar su puro, eso si lo odiaba pues
me daba mucha tos y tan pequeña para mi era como que me moría ahogada, pero el
hombre que no entendía ni sabia, todo achacado a los constipados y ahí seguía
el puro apestoso que no me dejaba respirar. Era temprano, no estaba oscuro pero
tampoco hacia sol, mi abuela no me soltaba ya que yo ya corría y por allí
pasaban coches, apenas una línea de carretera hasta el parque de la plaza, con
lo cerca que estaba y no podía jugar, teníamos que esperar y no ensuciarnos, así
decía mi abuela grande.
Al cabo de un rato unas campanadas me asustaron, sonaban muy
fuerte y algo a rayas rojas y blancas bajaba, llevaban algo colgando que se movía,
los coches paraban delante de esos palos largos, pues eran palos rojos y blancos
como pirulís de caramelo, mi abuelo tira el puro, mi abuela nos mete prisa y se
pone nerviosa, me coge la mano mas fuerte siéndome daño y subimos una
escalinata, ahora es mi abuelo quien tiene a mi hermanita, mientras mi abuela
sube los escalones, al llegar arriba le da a la pequeña y corre a por la bolsa
que pesa.
Algo de un color verde oscuro aparece por un camino que ha
quedado entre los coches y las casas, al fondo los árboles y unos hijos por el
cielo sujetos a unas torres de hierro, hace muchísimo ruido tanto o mas que las
campanas que no se callan, cada vez mas gente se arrima cerca nuestro, todos
preparan el billete, para lo que llaman el tren, unas casas de hierro y madera, aparece con mucho estruendo,
aquello se mueve como un gusano de cajas grandísimas, todas juntas llevando
mucha gente dentro, eso me gusta, gente toda junta a la que mirar, se abre la
puerta e intento entrar, no se porque, no me deja mi abuela, yo no entiendo, si
estamos ahí para subirnos, mientras la gente baja y yo espero bien cogida con
su mano, un hombre con gorra y cigarro, una bolsa al costado y chaqueta verde
se pone en medio, gritando pide billetes y mi abuelo le da los billetes, le
pregunto a mi abuela quien es ese hombre, ella lo llama el revisor, este señor revisor deja pasar a mi abuela con nosotras,
luego a mi abuelo y se planta en medio otra vez, yo me vuelvo mirando al resto
de gente, pensando si solo subimos nosotros, veo que mas gente le da el billete
y suben después, entonces pienso que ese hombre de gorra es quien manda;(por
entonces a todos les decíamos señor, he de admitir que el tiempo ha cambiado
mucho las conductas e imagen, pero si, así era el revisor de entonces); me fijo
que él se plantaba a la puerta y pedía billete, otro en las puertas traseras
cerraba y para mirar si todos tenían su
billete con agujeros. Que mas que agujeros parecían mordiscos.
El tren pitaba avisando, la gente se metía prisa por entrar,
los últimos entran corriendo sin apartarse del hombre que manda esperan a que este pique sus billetes, alguno
se esconde y se sienta disimulando, el hombre que manda termina a su alrededor
ya no queda nadie y hace un gesto a un lado, el compañero va para allá y pide
billetes cerca del chico que se sienta antes de dar billete, el que manda se
queda a la puerta esperando siguiente turno de billetes, el compañero encuentra
al chico y este no lleva billete, lo llaman poca vergüenza y apenas para y suben dos mujeres, lo tiran de una patada
fuera, miro a mi abuela y le pregunto por qué, ella me dice que no se sube sin
pagar, el chico no ha pagado y lo echan fuera. Asiento y sigo mirando como la
gente sujeta sus cosas, riñen a otros niños y niñas, un asiento muy largo de
palos de madera que son mal grandes que yo de altos.
Me gusta la madera, a las paredes y los asientos y me gusta tocarla,
apenas de puntillas asomo la nariz por la puerta, una rendija a la que casi no
alcanzo, y huelo algo que es polvo y no me gusta, mi abuelo exclama que es la
fabrica de cemento, me vuelvo al otro lado, campo, vuelvo a mi abuela y ahí
sentada tiene a mi hermana que llora, ella cuida de ella y mi abuelo me vigila
a mi, su mirada me da miedo, le pregunto a donde vamos, me dice que no pregunte
y que ya lo veré. Vuelvo a mirar por la rendija y un hombre grande me aplasta
contra la puerta, mi abuelo me saca y le grita al hombre que casi me aplasta y
que mire ande se pone, el hombre le dice que las niñas no han de ir solas, pero
yo no estoy sola, estoy con mi abuelo, mi abuelo pierde los papeles y se monta
una pelea allí, mi abuela tira de mi que lloro asustada, los revisores se tiran
a coger al hombre, huele muy mal y eso lo dicen los que mandan, piden
explicaciones, las mujeres dicen que el hombre casi me aplasta cuando yo estaba
con mi abuelo ahí, el hombre que yo iba sola, mi abuelo que yo estaba con el apoyada
a la puerta mirando y el se echo sobre mi, las mujeres diciendo que el hombre
no miro y no le importo, al final tiran al hombre del tren también, una cosa me
quedo clara ese día, al tren no se pelea, o te tiran en cualquier sitio.
Era pequeña, no hablaba casi, pero me quedaba con las ideas así,
ese mal fuera, ese malo le pegan, al que grita se le riñe, y así ese viaje tan
extraño lleno de gente, de normal me reñían a mí siempre, esa mañana reñían a
todos menos a mi. En cambio me preguntaban si quería algo, si me gustaba
aquello o lo otro, que si era muy graciosa con mis rizos, si tenia sueño, mi
abuelo se reía, todas las mujeres querían que me acercara, me pedían besos y yo
no daba besos, no me gustaba darlos.
Era una salida emocionante, también muy larga, quería
bajarme ya, pero no podía, al menos eso decía mi abuela con un biberón en mano;
subía más gente y bajaban unos pocos, al cabo de unas horas mi abuelo le dice a
mi abuela que ya queda poco. Hace mucho calor y me muero de sed, pido agua y mi
abuelo se descuelga del hombro una bota para el vino, le digo que no quiero
agua roja, que sabe mal, el me dice que no sea tonta que no es agua, que esta
buena, el tren va brusco ya mucho rato y miro mal la bota de mi abuelo, mi
abuela que ve mis dudas y desconfianza se ríe con mi abuelo, este para que le
haga caso, tira un poco de liquido transparente y es cuando cojo el morro y
bebo, esta fresquita el agua y sabe un poco dulce, la gente se ríe al verme
beber del morro.
Es un viaje nuevo, con cosas nuevas para mi, se ven
castillos en algunos momentos, grandes casas y bonitas, jardines llenos de árboles
frutales, se ve algún carro tirado de mulas, al campo hombres doblados hacia
abajo listo para saltar “al churro va”, un coche perseguido de perros en pandilla,
muchas cosas nuevas para una niña pequeña como era.
Todo eso dentro del tren, en mi aburrimiento comienzo a
correr de un lado a otro del tren, me voy de lado a lado, no me importa
necesito moverme, corro hasta el final, el que manda me mira y me manda con mi
abuelo, me asusto y pienso en quien a tirado del tren y corro con mi abuelo, llamándolo,
me pregunta que pasa y le digo que el hombre que manda me va a tirar del tren,
el hombre se ríe y mi abuelo me dice que sino me porto bien lo hará. Miro a mi abuela
buscando su protección y ella coge con su mano enorme con anillos y me sienta
al gran banco de madera a su lado.
El revisor pasea de caseta en caseta, unos ratos esta y en
otros no, cuando entra por ultima vez le dice que en la siguiente nos toca bajar,
mi abuelo le da las gracias y le dice a mi abuela que se prepare, yo le digo a
mi abuela “iaia”, la abuela se levanta y le pasa a mi abuelo a la pequeña, se
atusa y estira bien la falda, coge de nuevo a mi hermana, ella aun es un bebe
que casi no anda, así que casi siempre la llevan cogida en brazos, yo soy mas
libre, el abuelo arrima la bolsa a la salida, cuando al fin el tren pita
avisando que va a parar me cogen bien para bajar y una vez abre el revisor la
puerta nos bajamos todos, allí casi no
hay nada, nunca he estado allí, miro a
mi abuelo que no me dice nada, yo solo se que estamos lejos de casa, que no
conozco aquello y me cojo fuerte de mi “iaia”, que camina mas despacio.
Seguimos a mi abuelo calladas, ahora el que manda es él,
pasa a nuestro lado un hombre a un carro tirado por un caballo muy feo, huele
fatal, le ofrece llevarnos un trecho si quiere, mi abuelo acepta, me sube a mi
al carromato de atrás y me ordena sentarme entre la hierba no moverme, el hombre coge a mi hermana
mientras mi abuelo ayuda a mi abuela a subirse lo justo para sentarse al borde,
yo quiero igual pero no me dejan, mi abuelo se sube delante al asiento del que
lleva al caballo, coge a mi hermana y la lleva cogida en brazos el, la bolsa
esta a mi lado semi tumbada, mi abuela se coge y el caballo tiara del carro por
el camino de piedras, el polvo tapa todo
y no veo nada mas allá de mi abuela.
Al rato llegamos, nos hace bajar mi abuelo, que le ofrece al
hombre algo de dinero por el favor, este lo rehúsa, nos volvemos a ver un
edificio muy grande, con muchas ventanas, torres a las esquinas, la puerta es
de hierro verde y muy grande también, ese sitio me da miedo, a las puertas hay
dos hombres fuera de uniforme, nos dan el alto, le piden una identificación a
mi abuelo, este sin perder la compostura y muy tranquilo se la da, también un
papel que lleva, uno de los guardias se acerca al portón enorme y toca donde
una ventana chiquitina y esta se abre, le da la carta y la identificación, al
rato vuelve a abrirse y le devuelve ambas cosas dándonos paso, ese sitio no me
gusta nada
Todos llevan gorros negros con puntas, y chaquetas verdes,
huele muy raro y tenemos que dejar la bolsa a una habitación, mi abuelo dice
para quien es y ahí esta mi sorpresa, vamos a ver mi mama, el tren nos ha
llevado a ver mi mama y ella esta muy lejos, me pongo muy feliz y mi abuela me
pide que me calme o no podré verla, la obedezco y esperamos hasta que la llaman
y nos hacen entrar a otra habitación, allí un sofá con una mesa, una bandeja de
galletas y refrescos “la casera”, mi madre asoma por una puerta y sonríe y yo
me lanzo a sus brazos, hoy pasaremos el día con mama y luego volveremos otra
vez en tren a nuestra casa, mucho mas felices. Sabiendo que no importa la
distancia o el tiempo, ni tampoco las circunstancias, solo el como nosotros
veamos y querremos a esa persona, que por distintas razones, no podemos
conservar a nuestro como nos gustaría.
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