LXXVII
Bajo la viña
escarlata,
La brisa acaricia la
vid,
Roza con dulzura en
su gozo
La uva que en su
interior guarda,
El jugo dulzor de sus
recuerdos,
Desnudando al sol su
alma,
Dejando caer la piel
al polvo,
Muestra la tierna
carne de su corazón,
Recordando al recién
nacido,
Frágil y risueño,
devuelve la juventud
En su recuerdo.
Deja su sabroso jugo
en labios del viento,
Que embriagado se
enloquece y siembra
Un baile a los cielos
de luz y sombras,
De sol y nubes, de
calor y lluvia según su antojo,
Mece y revuelve
aquello que a su merced se mueve.
Silba con brío,
Anunciando su
encanto,
Arrastra consigo el
verdor ya perdido,
El dorado ornamento
del otoño,
Y viste con glamour
su sutil transparencia,
Devolviendo la mirada
a la vid y sonriendo,
Buscando mostrar su sutil
sensualidad,
Aquella que oculta en
su correr y viajar.
Anhelo del amante,
Alza a lo alto su
semblante,
Al horizonte recorre
el pensamiento,
Volviendo al pasado,
En el que los
elementos fueron uno,
Y un nuevo mundo
llegó a sus manos,
Una nueva fuerza
revoluciono sus corrientes,
Y atrajo su ansia
viajera, esparciendo la simiente,
Sembrando su lujuria,
Bajo la calida
caricia del astro rey.
Desnuda queda su
alma,
Perdida la vergüenza,
Descubierta la
esperanza,
Añorada la lujuria,
Olvidada la esencia,
Rejuvenecida la
alegría,
Reviviendo risueña
Aquello que el tiempo
Apartó de su alianza…
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