Es ya verano, el curso
escolar ha terminado, unos amigos se empeñan en hacer una apuesta de quien es
más osado para tomar el pelo a quien sea más temeroso esa noche de
atrevimiento.
Uno de ellos no se siente
capaz de llevar adelante la hazaña de estar hasta pasada la media noche a la
casa abandonada cerca del cementerio, en aquella donde en un pasado vivía el
enterrador y su familia hasta el día que fueron hallados sus restos
desfigurados por gestos de pánico, que impidieron darles luto con el ataúd
abierto. El enterrador y su esposa al dormitorio principal, la madre de este a
la cocina, las tres hijas a la sala donde el televisor todavía funcionaba…
Andrés todo bravucón se reía
del resto de camino al cementerio, Manuel le seguía la broma y Tomás callaba temiendo
por todo.
Al llegar todo fue bien, la tensión
era palpable, Manuel, fanático de las películas de terror, en especial de las
japonesas, no dejaba de regodearse con detalles de todo tipo, Tomás en cambio
ese lugar le transmitía peligro. Se dividieron conversando por el móvil, la
idea era no estar juntos para que el que se asustara no tuviera el apoyo del
resto, a cada rato un aquí estoy o hace frío en la casa, en la sala Andrés, con
bromas poco a poco vio la incomodidad de Manuel que ya no alardeaba de sus
fantasmas de terror ni asesinos psicológicos, empezó a reírse pues ya era presa
del miedo y apostaba por que seria el primero en querer marcharse, un estoy
bien a cada toque escrito, pero se equivocaba el joven ya colgaba del techo con
la cara azulada hacia una hora. Tomás escapaba del dormitorio superior por la
ventana y algo lo lanzaba por el alfeizar quedando enganchado por su mochila de
una rama del pino cercano, uno vivo en el interior, otro muerto y uno colgando
inconsciente. Ya no hay mensajes ni respuestas, Andrés intenta correr arriba
pero no puede, conforme sube un escalón lo vuelve a bajar acto seguido sin lógica,
atrapado en un bucle a la sala, corre a la cocina pero al pasar el umbral está
de nuevo a la sala y allí con una mueca de risa aterrada su cuerpo le mira, él
esta muerto. Grita desesperado sin voz y el rostro azulado de Manuel asoma por
el techo con una sonrisa siniestra.
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