LXXXIV
En el mecer de tus
olas
Yo me embriago de tus
lágrimas,
Es bajo tu ronroneo
que escucho
El palpitar de tus
sueños,
Es la marejada la que
me seduce
Día tras día en
silencio,
Atrayendo a mis
labios
Nuevos encuentros con
la prosa,
Albergando sonrisas
tímidas
Por la sal de tus
aguas en mi piel clara.
Es el brillo de tu
esencia
La que atrae a la
luna,
Es el espejo de tu
sonrisa
La que hace reflejo
en tus aguas,
Es la melodía del
alma
La que arrulla al
soñador,
Por cada ola que
llega a la costa,
Por cada caricia tuya
en la orilla,
Una lagrima olvidada
Y una sonrisa
encontrada,
En el placer de
acariciarte
Y renacer en tu voz
apaciguante.
Alma indomable,
Que asemejas calma,
De furtiva mirada
A horizontes
insospechados,
Naces y creces sin
una mano
Que te adore,
Mas la voz de las
sirenas
Que te velan en la
rima de su añoranza,
Poetas de la tristeza
que recorren la tierra
Tras un alma gemela,
Que perdieron en la
sal de tus aguas,
Almas soñadoras que sonríen
solitarias
Bajo tu atenta mirada
y embriagadora
Tonada, a tu
inquietante llamada acuden
Sumisas y entregadas.
Son sueños lo que
persiguen,
Son un alma que no
comprenden,
Eres tu su principio
y final,
Parte de tus lágrimas
y tu eterna búsqueda,
Que sin fin anhela la
felicidad de amar,
A esa luna romántica,
Que luce y se refleja
a tus aguas,
Y adulas con tu alma
inquieta y seductora.