Muchos vivimos en prisiones complejas, muchos soñamos con alcanzar el cielo al igual que Icaro, vivir el sueño y la esperanza de alcanzar nuestras metas, sueños y aspiraciones, es la ilusión de nuestra alma.
Icaro, alzó el vuelo muy alto, se enamoró de la luz del sol,
quiso abrazar su calor, pero nunca pensó
el precio que debió pagar, ya que sus alas perdió en su ascenso y cayó al
depravado infierno, sus ilusiones fueron fulminadas con la llama de la inconsciencia.
Somos almas soñadoras, damos nuestros deseos a la
inspiración y moldeamos nuestros sueños con el esfuerzo de alcanzar una cúspide
todavía lejana.
Pedimos a Icaro que vuele alto, pero pensamos cuan grande
puede ser la caída, ansiamos alcanzar pronto nuestras metas y nunca nos
detenemos a razonar si estamos listos para enfrentarnos a la bestia que siempre
guarda la guarida del tesoro, por que nuestra ingenuidad nos empuja, nuestros
sueños nos levantan y si conseguimos llenar otro reto nos espera, así que uno
vive alzando la espada de la determinación y luchando por seguir caminando.
Es nuestra fe de conseguirlo lo que impide que nos rindamos,
así voló Icaro, olvidando toda precaución, y sus alas se quemaron con sus
ilusiones, con todo nos preguntamos si algún día nosotros sufriremos el mismo
destino, y si fuera así, sobreviviríamos, o por el contrario caeríamos al
purgatorio de Dante, con todo uno se pregunta que es mas conveniente si empezar desde las cenizas
o seguir sin mirar atrás.
Volar, sentir el viento al rostro, las alegrías, la bofetada
de fracasos que siempre funden una nueva alma, mas fuerte y vigorosa, nunca se
desea rendirse, siempre se desea seguir sintiendo ese mundo que seduce y llena
una parte de ti como ninguna otra cosa, y bates tus alas con mas fuerza, tus
ilusiones con mas apremio, tu fe como una lanza la esgrimes, y te lanzas a la
conquista.
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