TIARA
Al salir del dormitorio a los pocos segundos que Serena, me
encontré con una situación violenta para ella, su mirada pasaba de la mujer
mayor de la mesa, a mi persona, se la veía tan confusa como indecisa, sentí que
todos mis ilusiones se iban cayendo una tras otra al suelo, sino me equivocaba,
ella ya tenia pareja, también que poco le debí importar, a lo que me hizo
pensar hasta que punto le importaba yo y más tras lo sucedido no hacia mucho en
el dormitorio, necesitaba respuestas y también mantener la mente fría,
sobretodo esperar a que estuviéramos fuera de la vista y oído de todos.
La cosa en unos segundos tomó un camino vertiginoso, me vi
obligada a saludar a esa desconocida, últimamente me veía aceptando a muchas
mujeres que en un principio me eran desconocidas y luego en breve se convertían
en parte de mi familia, y el echo de que esa mujer con una atracción innegable
formara parte de ella me dolía profundamente, me negaba a tenerla como parte de
mi circulo y entorno, más aún estando con ella y viéndolas en un futuro de una
manera que no podía soportar, de cualquier otra todavía, ocupando el lugar que
yo deseaba jamás.
En cosa de dos o tres minutos un debate se abrió entre
ambas, en segundos un duelo de emociones, me sentía absorta por la tirantez de
Serena y la confianza y prepotencia de la mujer que respondía al nombre de
Adela, no entendía nada, hasta que Serena pronunció unas palabras que quise
confirmar, necesitaba estar segura que mi mente no había jugado conmigo y mis
ansias, ahora temía más haber escuchado mal a que fuera cierto, deseaba de
verdad que eso fuera un juego, incluso que ella me dijera a mí, “Te amo”, pero
fue escuchar mi voz y su rostro se puso pálido y casi no me dio tiempo a
comprender que ella corría huyendo de mi, o de la mujer, por un instante pensé
que era de sus emociones, no me importó en segundos su razón si conseguía que
ella aclarara lo sucedido, si hablaba conmigo cara a cara….
La seguí a duras penas al umbral y el coche ya arrancaba
dejando una gran humareda delante de mí, la mujer me alcanzó y me ayudo a
sostenerme y en segundos mi abuela a su lado con cara de incomprensión, sabia
que le tenia que decir algo, ¿pero el qué?.
Adela se volvió a Diana y con voz pausada y calmada empezó a
explicar o aclarar algo que me llegó al cerebro como en telegrama, era como
escuchar a alguien lejano, yo en cambio todavía retenía la imagen del coche
arrancando y me costaba fijar la mirada en ellas.
-
Lo siento, la acorralé delante de Tiara, para que se
sincerará y dejara de tener miedo, para que luchara directamente y no
mantuviera su huida anterior sin explicarse, pero volvió a salir corriendo, lo
hace cuando algo no sabe manejar, me explicó lo sucedido y vi su reacción
cuando estábamos en mi casa y bueno lo ha repetido, no es consciente, solo
tiene miedo y no es capaz de enfrentar a tu nieta con lo que siente, le cuesta
mucho aceptar que se equivocó, al menos delante de ella.
-
Ya veo, pero justo esta noche se echa encima una
tormenta del monzón, no está habituada y desconoce los refugios, ni siquiera
sabemos hacia donde ha salido, entiendo tu intención aunque no me agrade tu
modo de hacérselo enfrentar, yo prefiero dejarles a su aire, pero bueno cada
uno actúa a su manera y debo decir que esta vez tu te has equivocado.
-
No del todo abuela, cuando salí tras ella y la vi
frente a Adela lo primero que pensé es que estaban juntas, se percibe cierta
complicidad e intimidad en sus gestos y miradas, creí que ya no tendría oportunidad,
que la había perdido, hasta que ella la enfrentó y por accidente soltó lo que sentía
y su negación a tener algo más con ella, quise que lo repitiera, asegurarme de
lo que escuché y fue cuando huyo.
-
Esto se complica por momentos, no quiero que Mel
despierte y tener que decirle que su hija está ilocalizable y llega un monzón,
menos todavía que puede estar en peligro tras saber de la muerte de su marido y
el mal trago de su hija con la sirvienta, Adela tu la esperaras al comedor, tu
y Edmundo ir a la parte trasera y coger el todo terreno y la moto, no me
rechistes, salir en direcciones opuestas y repartiros las zonas, con la humedad
casi no hay cobertura para los walkie, no perdáis tiempo, nosotras protegeremos
y cerraremos todo para la intemperie, puede comenzar de cualquier manera y no dar tiempo a nada, mientras tengáis
cobertura comunicaros e informarme.
-
De acuerdo, avisa tu a Edmundo que marche a las zonas
escarpadas yo cubriré las zonas de campo y nuestra casa, la suya y el faro,
avisa al cuartel que avisen de la aduana si se dirigiera allí, así todo irá mas
rápido.
No dije nada más, corriendo cuanto podía, a tras pies llevándome
un impermeable, dos linternas y una cuerda por si acaso, llegué a la parte
trasera, apunto de bajar la escalera y las piernas me fallaron, me era
imposible bajarlas a pie, retrocedí dudando y miré la alacena, si la encontraba
debía llevar alimentos por si el monzón nos retenía un día o dos, con las
inundaciones de los campos y carreteras, era lo habitual, cogí un zurrón
colgado al marco, lo llené y también metí bebida y las linternas, cruce la
cuerda a un lado y el zurrón a otro y volví al umbral, me sujeté a la baranda y
en ese instante se me ocurrió algo, alce una de las piernas y la puse sobre la
barandilla izquierda, me sujete con las dos manos así comencé a deslizarme por
ella hacia abajo, al llegar me deje caer de lado sin soltarme de las manos, hasta
sentir que me tenia en pie de manera segura, me volví y miré la moto, Edmundo
no lo iba a tomar bien, pero me era más fácil manejar eso aun con su peso que
un coche, que dependía el freno y acelerador de mis pies, rogaba conforme ponía
en el porta equipajes el zurrón de cuero que se acoplaba a unas hebillas, para
encontrarla yo y no él, pensaba en que dirección iría y lo que concebí era que con lo oscuro que
estaba y su estado emocional, se dirigiría a lugares conocidos y alejados de
todos, EL FARO.
Mi estomago se revolvió llegando a mi boca la bilis de éste,
era como revivir la huida de Estela y su muerte, deseaba equivocarme, pero algo
en mi interior me decía que no y que tenia que darme prisa, sino conocía el
lugar le seria imposible defenderse contra las olas del mar embravecido.
Salí del almacén sin cerrarlo a mi espalda, que se ocupara
otro, en ese momento mi prioridad era ella y nada me iba a detener ni retrasar,
tan disparada iba que casi atropello a un perro, continué casi sin prestar mas
atención que esquivarle, la moto era rápida y suave, mucho más que la que yo
conducía antes, las piernas me dolían de hacer fuerza por mantenerlas bien
puestas a los lados, aún me sorprendía que mi abuela me mandara sin pensar tras
Serena y olvidase de mi estado, en cierta manera agradecí que no pensara en
nada más, continué pasando por mi casa, ni el coche, ni luz y todo bien
cerrado, seguí hacia la suya, dos guaridas hacían la vigilancia y se ocupaban
de proteger el edificio, era un lugar en el que el viento arreciaba con fuerza,
igual que al faro, a causa de su altura, de allí giré hacia el faro, no había
querido hacer caso de mi presentimiento, por que pensé que era una paranoia
mía, pero algo me repetía, “ahí os conocisteis”.
Al llegar su coche se encontraba en una zanja semi volcado,
ya hacia horas que llovía a ratos y todo estaba en mal estado, en el interior
no había nadie, el viento ya me golpeaba con fuerza y amenazaba con tirarme de
la moto, llegué al lado protegido del faro, en dónde la puerta estaba oculta de
las fuerzas del agua y el viento, la puerta ya no aparentaba tan firme como en
el pasado, el musgo la rodeaba, y un cerco señalaba que recientemente se había
movido, ahí había entrado alguien, y tenia que ser ella, solo esperaba que no
volviera a huir de mí.
Al entrar la humedad y el olor a moho me golpeo con fuerza
en las fosas nasales, una vela lucia sobre la mesa del bajo, y la escalera
comenzaba su ascenso a mi izquierda, un banco bajo una biblioteca a la derecha
y allí sentada estaba ella, mirándome, la linterna la cegaba y se cubría el
rostro evitando la luz, pronuncié su nombre, en el mismo instante que un trueno
retumbó en las paredes, por el coche no podía hacer nada, ya estaba todo
cerrado por ella y el problema seria si luego funcionaria, mi abuela sabia de
que me dirigí allí tras abandonar la casa del médico, así que asomé por la
puerta a ver la moto y sólo tuve una idea, meterla dentro con nosotras. La
llamé varias veces, al final ella dudosa vino hasta mí, le conté del monzón y su
miedo fue transparente, miré el armario tras la puerta y allí seguían las
mantas y algunas sabanas para las emergencias, no olían bien pero servían, dejé
a la escalera la cuerda y el zurrón, y tomando su mano la lleve conmigo a la
moto, el viento ya arreciaba con fuerza, y las dos empujábamos la moto, mis
fuerzas eran pocas, pero no pensaba dejarla ahí y ver la cara de desolación de
Edmundo, esa maquina era su tesoro, también vi los resoplidos de ella
empujando, al final empezamos avanzar y temí que la puerta no abriera su
segunda hoja, apenas en el umbral ella se abalanzo contra la puerta corriendo a
golpes los pestillos, la moto cada vez me era más pesada, hacia un sobre
esfuerzo en sostenerla y no caer yo también, ella enseguida se puso a mi lado y
comenzó a empujar como si el diablo la azotara y así siguió hasta que la moto
no opuso resistencia entrando por la puerta. Una vez dentro, yo caí sentada sin
fuerzas con las que sostenerme, ella acomodó la bici y luego se puso a cerrar
las puertas y cruzarlas con la barra de seguridad interior, ella también se
dejó caer al suelo mirándome mientras su espalda apoyada a la puerta y otro
trueno retumbaba desde fuera.
Nos mirábamos en
silencio, sin hacer amago de acercarnos ni de rehuirnos, me costaba recuperar
el aliento, también pensar en como abordar todo, hasta ese instante solo tenia
una cosa en mente, encontrarla, con dificultad cogí de la mesa el zurrón y
busque el walkie, solo me llegaba la señal de los guardias de la casa de ella,
les conté la situación y me ofrecieron ayuda, me negué, no era cuestión de
exponer mas vidas una vez todo había reventado y lo que se avecinaba prometía
ser mayor, ellos insistieron finalmente les ordené mantener la distancia hasta
que escampara la fuerza de la tormenta y que avisaran de que estábamos bien,
que la había encontrado, a regañadientes aceptaron, pero sabia que no estaban
de acuerdo y que yo me exponía a caer enferma si nos enfriábamos, el lugar
todavía estaba inhabitable, era algo pendiente todavía.
La miré de nuevo tras hablar, su mirada ya no estaba en mi
persona, sino en el armario, busqué las maderas de protección y comencé a
colocarlas , puse una cañería bajo la escalera y atranqué la puerta sustituta a
las bisagras, evitando las corrientes de lo alto, también busque las fuentes y
las coloqué al lado del asiento que en si era un catre, allí llevó ella las
mantas, le pedí que moviera la mesa lo mas cerca posible, comprobé de no ver
roedores, y puse la comida sobre la mesa y un palo a nuestro lado por si acaso
alguno asomaba con ganas de comer algo, era mejor evitar que se acercaran, las
mantas estaban algo roídas, pero todavía abrigaban, encontré un impermeable al
armario, ella lo miraba medio tiritando, y lo saqué, sabia de quien era antes
de tocarlo, se lo puse a ella mientras observé que sus labios estaban tornándose
morados del frío, busque la leña al arcón tras la mesa, estaba lleno gracias a
dios, y me acerqué a la chimenea, acerque la vela, había corriente, lo que
significaba que no estaba obstruida, de paso en paso, comprobé todo antes de
darme por tranquila, encendí el fuego, coloque los hierros sobre su piedra y listas para calentar
lo que hiciera falta, ella me miraba absorta, seguía sin decir nada, tampoco
esperaba nada, por el momento era cuestión de protegernos y abrigarnos, y
asegurar que íbamos a estar cómodas en cierta manera.
Enseguida el lugar se caldeo, y de estar sentad sobre la
cama mirando el fuego, paso a estar paseando y colocando la moto delante de las
dos puertas, y así que no molestara, la trampilla del techo seguía intacta, no
paré de observarla y fijarme si cedía al tiempo, o si se movía del sitio, por
suerte era de las pocas cosas que cambiaron antes de que el farero se jubilara,
no podía decir lo mismo de las puertas que crujían a cada ventolera.
-¿Cuánto tiempo estaremos aquí?
- puede que una noche, unas horas, o dos días, depende del
descanso que de el monzón y de como este el terreno para salir y llegar a las
carreteras, una vez ahí será ver si están en condiciones o inundadas, lo siento,
es lo que hay Serena.
-
¿Por qué tú y no Edmundo?
-
¿hubieras estado más cómoda con él?
Guardó silencio, y esquivó mi mirada, no dije nada más en
mucho rato, al final el mismo silencio me crispo los nervios y su manera de
esquivarme.
-
Huiste por segunda vez de mí, alguna vez tendrás que
hablar conmigo Serena, alguna vez tendrás que enfrentar lo que temas, o aquello
que te hace sufrir o a mí.
-
Lo mismo te digo, has huido siempre de lo que sientes
ya ahora vienes y me echas en cara que
huya.
-
Yo no tuve oportunidad de huir, tampoco de decidir,
fuiste tu quien tomo la decisión y la
palabra de lo que yo querría, en un momento que me faltaba a grandes rasgos la
cordura, huía de mi, de ti, de lo que me venia como futuro, pero no podía hacer
nada ni marchar a ningún lado, seguí ahí aparcada en una cama mientras
marchaste, dime que te hizo pensar que Estela fuera más importante, que ella
siguiera en mi vida, nunca me has preguntado directamente por ella y sabes que
existió.
Retiro su mirada de mi, me sentía
colérica, deseaba gritarle a ése faro todo cuanto sentía en mi interior, el
dolor de una perdida pasada, al tristeza de un miedo al pasado, el rechazo de
ella, su confusión, y la rabia que yo sentía por todo y que fuera ahí donde
paso en un pasado mis mejores momentos, ahí cuando la conocí a ella y otra vez
ahí donde se desencadenaba una tormenta interior tan amarga como la exterior.
-
se que me he equivocado, se que no me ves digna, también
que difícilmente creas que siento hacia ti tras tener algo con Adela….
-
Pues comencemos por ahí, tu me cuentas que pasó con esa
mujer en vez huir, y yo en vez callar te cuento mi historia con Estela.
Me miró a los ojos dudosa, se notaba el temor en ellos,
continuaba desconfiando de mi reacción o de lo que me pudiera contar, suspiró y
se sentó de nuevo a mi lado, su mirada se centró en el fuego que calentaba el
hogar y caldeaba la estancia, cada vez se estaba mejor y su cercanía me sentaba
bien, al menos no temía estar a mi lado, su voz comenzó a sonar con un tono melancólico
y suave, se notaba su indecisión y la escuché empezar con paciencia. Mientras
por su rostro una lágrima caía y me pregunté cuántas más abría derramado y como
me gustaría que no tuviera que llorar mas, pero sabia que era momento de
aclarar muchas cosas….