Toda esencia tiene una procedencia, toda vida una razón para
existir o emprender una cruzada vital para si misma.
Mujeres luchadoras, generosas y firmes, con la mar
convivieron, admiraron y amaron, fieles a su esencia, de mirada esperanzada,
esperando día a día el retorno, de tantos que a sus entrañas quedaron, amaron
su caricia recibiendo en ellas sus recuerdos, entraron a su corazón y muchas
enamoradas de esa esencia salada, se sumieron al abrazo de ese amor
incondicional.
Mujeres de sal marina, amantes e insinuantes, la nueva esencia que busca las lágrimas hermanas a la tierra, que juegan con el incauto y lo seducen con su caricia, mujeres que siguen las estelas de sufista, sintiéndose libres y dichosas en su nueva vida. Renacen con el gemido de las olas y en la noche caminan de la mano por la orilla amándose, derrochando esa brisa cristalina que es su risa….
Seductoras del latir mortificado, llaman al melancólico de
la mar, lo atraen y secuestran para presentar ante su señora y amante la marea…. Muchas disfrutan de los brazos de
hombres fuertes y atrevidos, algunas
encuentran a si mismas en otras mujeres que sufren en la añoranza. Las seducen
las aman, dejan su caricia salada a su piel y en cada luna creciente, retornan a buscar sus brazos,
hasta que son abandonadas o se entregan a su mundo como pareja.
Mujeres de sal que recorren las costas, que descubren nuevas
culturas, que sienten el canto de la luna en su piel, y en las profundidades el abrazo solitario de
la vejez, cantan para que la marea retorne a su ser, volviendo a surcar las
olas y viajar, seduciendo, mientras consuelan y secuestran a las almas gemelas
que no soportan la vida a tierra firme.
Lágrimas saladas de tristezas, que buscan esa sal mágica que
forma parte de ellas, esa mirada que las consuela, esa calidez extraña que les
llena y trae dicha… al caer en brazos de las mujeres de sal que brillan como
perlas con la caricia de la luna…
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