Son acordes las notas
de su voz,
Ese susurro que me
enternece
Y enlazan mi alma a
su corazón.
Su ritmo trasciende
en la escala,
Al son presuroso de
ése corazón impaciente,
Que en secreto se
arriesga
A saltar mí pecho a
sus brazos,
Buscando su caricia libre
de ataduras.
Habita en él las alas
de la voluntad,
Que la conciencia se
niega admitir,
Ascendiendo como
ángel tras el paraíso,
Olvidando la
conciencia siempre cauta,
Cuyas razones ya no
importan ni advierten
Peligro alguno.
Se pierde el norte
bajo ese cielo estrellado,
No existe horizonte
ni barreras que lo detengan,
Ni los limites
mortales en ese sueño,
Que es el placer de
estar a su lado.
No encajan las
composiciones,
Solo se amontonan
como planes y aspiraciones,
Mientras se muere en
suspiros,
Mientras se alberga
esperanzas
Y en la fe de la
fantasía,
Acrecienta la ilusión
que regala latidos,
Que devuelve colores,
Que atrae más dulzor
a ese paladar dichoso,
De saberse amado en
ese lecho que es su pecho,
En esa suavidad que
son sus senos,
En ese resurgir que
es la furia de su latir
Contra mis besos
hambrientos,
De arrastrarla en esa
corriente que ella
Fustiga con una sola
mirada,
Que me prometa todos
los tesoros
Que su ser albergue y
otorgue descubrir
Con la fuerza de mi
amar.
Y si caigo exhausta
en sus brazos
Será con la fortuna y
el elogio
De saber que ella es
la indicada,
Para insuflar a esta
alma de melodías,
De arrebatar las
sombras con sus notas,
De habitar en esta
torre de mí ser
Con cada una de sus
sonrisas.
En esta adoración su
fuego extingue el recuerdo,
Su luz alumbra el
sendero entre las zarzas,
Las espadas se rinden
a su presencia,
La pluma es esclava
de sus musas,
El sueño testigo de
su palabra,
La vida digna de su
presencia,
El trueno mudo de su
existencia,
Y siempre en mí se
reencarnara
El favor y la
bendición
A su digna persona.