En las grietas de tu polvorienta piel, yo me dejo caer suave
y amorosa, reconociendo que en un pasado
compartimos una única esencia, ahora nos consolamos en nuestra cercanía.
Antaño en la plenitud, nuestra belleza no tenia parangón hasta
que la rudeza de la mala conciencia nos despojó de la semilla, ése rayo de vida
que sonreía a la madre tierra y a la madre lluvia, glorificando la esencia que recorría las venas de este mundo. Nuestro
hogar, el estandarte de los sueños del pasado, presente y futuro, albergando
siempre la esperanza de la llamada a renacer.
Padeciendo la sequía, tus entrañas sufren mi falta, el polvo
oculta tu rostro ya envejecido y torturado, mis ojos te recorren sin entender
cuando paso el tiempo, tu lamento me estremece y con la brisa rozo esa
agrietada piel antes vibrante, admirando el horizonte con ese suspiro de
atardecer, que roza tu corteza con su aliento rojizo. Y bajo las estrellas tu
latir retumba, con el eco de pasión que se desborda en tu interior, hasta que
un día estalle para sumergirte en un letargo eterno, rememorando los besos de
nuestras esencias en la flor de la vida, en esa jungla fruto de nuestra semilla
que engendró un mundo de maravillas. Amándonos con la mirada y la entrega
incondicional, aspirando a cada sonrisa que el tiempo nos conceda el privilegio
de renacer como almas gemelas. Aspirando a resurgir como el ave fénix en la
madre Tierra.
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