Años que ya ni se cuentan, pero
siempre se tienen presentes en la memoria, días de lluvia y días
soleados, así se definen tantas historias pasadas, que lo mismo unos
forman una laguna y otros se sientan en la playa con una sonrisa.
Y aquellos devotos al recuerdo, que
confían en paliar males con la conciencia, se arrodillan ante la
esperanza en el banco de las penitencias, sin darse cuenta que las
bellas cristaleras de su santuario se desquebrajan decepción tras
decepción....
siempre se ignoran los vientos del norte, siempre se gira la mirada al cálido sur, aunque se camine exhausto en dirección de las heladas, por que el buen tiempo nunca llega sin algo de fuerza de voluntad y paciencia.
Se lucha y se esfuerza por ascender en
la vida a una comodidad y tranquilidad adecuada, muchos olvidan que
no siempre llegan las cosas como uno desearía y que hay que aprender
a vivir con lo que llega y superarse tras el terremoto de los
acontecimientos.
Y es ahí cuando la hermosura de
nuestra esperanza se rompe en mil añicos y nos encontramos pisando
los cristales de nuestra vida esparcidos en nuestro camino,
desorientados y perdidos en un laberinto de dudas, pues la belleza de
nuestras seguridades han caído para ser reconstruidos con una nueva
fe, una nueva voluntad y fuerza interior que determine una nueva
razón de vivir....
no hay patrones, ni hilos que sostengan
las costuras, solo nuestra alma, nuestras manos y la fuerza que nos
impulsa a construir nuestro futuro, sin intermediarios, siempre
aprendiendo a encontrar nuevas direcciones por las que descubrir
otros horizontes...
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