Tenerte en mis brazos fue el primer acto de amor sincero que
descubrí tras perder a mi madre. La vida te arrebata una vida y te trae otra
que llena tu mundo de mil colores.
Abrazarte y besarte fue como una adicción para mi corazón
mientras tu sonrisa inundaba mis pupilas de luz y belleza. Cuando se ama, todo
acto de afecto es un suspiro en el alma, toda muestra es insuficiente para un
sentimiento tan fuerte.
Las risas fueron diarias en tu compañía, la alegría era
parte de mi vida a tu lado, los comienzos son siempre hermosos cuando el amor
es tan simple, con solo mirarnos era un todo. Caminar justos fue enriquecedor,
alentador y lleno de esperanzas.
Los comienzos eran como una aventura, siempre había algo
nuevo que descubrir a través de tu dichosa inocencia, tus ojos fueron un espejo
del mundo en mi vida. Renacer a través de ti fue una bendición para este cascarón algo desquebrajado.
Se dice que uno nace, crece, envejece y muere… olvidan
cuando uno renace al llegar una nueva vida a la tuya y desmonta todo lo que
conoces. Te da una fortaleza inquebrantable, un ímpetu lleno de vigor, un
fervor en el futuro por encima de todo.
La felicidad nunca la dio el dinero, sino el tiempo que
compartíamos juntos, paseando, jugando, durmiendo o trasnochando. Era la
libertad de ser sin necesidad de más. Verte feliz era mi mayor dicha, sentirte
amado era mi mayor motivación y eso era nuestro globo lleno de felicidad en
nuestra vida.
Nadie pronostica el futuro, puede uno planificar, soñar,
aspirar, pero nada te prepara para los cambios que trae ser madre. Tampoco para
ese nuevo crecimiento interior, emocional y fortaleza.
Nadie te prepara para ese momento de extenuación y éxtasis,
de tenerte por primera vez en mis brazos, sentir tu vida entre mis manos, tu
respirar en mi pecho, tu calor trémulo buscando el mío, la necesidad de
protegerte, cuidarte y darte todo mi corazón.
Todos dan por sentado ser padres es maravilloso, pero
ignoran todo el sacrificio necesario para dar felicidad a ese ser que depende
de ti y amas con todo tu ser. El camino está lleno de rosas, espinas y piedras,
el cómo uno camine sin detenerse es lo que marca la diferencia, tu punto de
orgullo al superarte día a día.
Todo lo exponen hermoso a tus ojos, sencillo, natural….
Cuando en verdad, tienes miedo de no hacerlo bien, ver hermoso a ese ser que
amas y todo lo demás sea insuficiente, que ves como para el resto parece fácil
y tú lo ves como una montaña que escalar llena de inseguridades, que lo único
natural es amarlo por encima de todo. A fin de cuentas, nadie dijo que fuera fácil,
tampoco es cuestión de aparentar, todo son rosas.
Ver como crece, como evoluciona, como compartes un vínculo
inquebrantable, verlo como un tesoro en tu vida, desear hacerlo feliz, verlo
crecer con orgullo en un nuevo mundo fuera de su hogar, motivarlo a superarse y
apoyarle, sabiendo tiene miedo, no soltándolo de la mano, hasta que él mismo no
te necesite.
Creces de nuevo a su lado, aprendes día a día con ese ser
que te llena el alma, como su mundo va cambiando y tú sigues ahí esperando
seguir siendo su todo, sabiendo que un día cambiara cuanto creías sería eterno.
Toda etapa trae cambios, para uno, para la convivencia, para la relación, todo
cambia según la percepción de ambos.
Su círculo emocional crece, amigos, familia, profesores y
compañeros de escuela, ya nada es como antes, pero tú sigues siendo su pilar,
el centro de su vida, su lugar seguro y eso te reconforta.
Su pensamiento se amplía, comienza a razonar sobre su
alrededor, sobre ti, sobre lo que tiene en su vida, a comparar con lo que otros
le cuentan, a sentir o tiene poco, otros tienen más, que es distinto, a tener
preguntas, miedos, rechazos…. Sigues ahí aportándole todo de ti, ya no te ve
como antes, solo como la seguridad de que seguirás a su lado, duele, pero no te rindes, sigues ahí, el amor es así, no todo es felicidad, pero se sostiene con
la fuerza del querer y la voluntad.
Pronto ve a otros como ese pilar que tú has sido siempre, te
desecha, busca en otros el reflejo deseado como ejemplo a seguir, encuentra en
otros el apoyo emocional que acondiciona una nueva etapa, donde el rechazo está
a la orden del día, donde tú ya no eres suficiente, una molestia, pues ve en
los demás la imagen de algo mejor, aunque sea algo efímero, pronto descubrirá
las decepciones, las traiciones e incluso el rechazo.
Buscará nuevos amores, ser importante para alguien, sentirse
amado de un modo especial, para él no es lo mismo tu amor, ya no lo valora, no
siente la fuerza de tu querer, aspira a tanto que ya no reconoce tu sentir ni
tu esfuerzo como válido.
Pero aun así lo miras, sigues viendo a ese recién nacido que
lleno tu ser de amor, sus primeros pasos, sus primeras palabras…
Su mundo cambia, evoluciona, se altera y se aleja de ti, de
tu vida, mientras todo en la tuya se rompe, sabes llego el momento de dejarlo
ir, no luchas, pues reconoces, no puedes retenerlo, él ha comenzado a caminar
hacia su futuro.
Miras alrededor, al castillo de su infancia, tu pasado a su
lado y sientes, has tenido una vida completa a su lado, pero no sabes que hacer
en tu futuro, piensas sobre cuanto no hiciste antes, cuanto te privaste, para
darle lo mejor.
Miras al atardecer, aspirando el aire con esperanza y un
deje de pesar, ahora es momento de tener nuevas metas, te dices, de ver mundo
por tu cuenta, de ser libre y volar.
Lo miras en la distancia, sintiendo, hiciste cuanto pudiste
para prepararlo para su futuro y suspiras, sabes lo amaras, ahora y siempre,
cerca o lejos, te mire o te ignore, pues fue tu pequeño, tu tesoro.
No por no estar, el corazón muere, no por la ausencia se
olvida, no por el silencio, tu alma calla, todo tiene un sentido, aunque se
ignore cuál, solo la brisa del recuerdo te devuelve los años pasados con una
sonrisa eterna.